No Ficción
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Cristina Jurado Cuando alguien incluye en su biografía la palabra “experimental”, abre la puerta a que se le atribuyan conceptos como “poco ortodoxo”, “difícil” o “inaccesible”. Sin embargo, autores como Sofía Rhei (Madrid, 1978) consiguen que “experimental” revierta a su carácter más creativo, esto es, ser sinónimo de una “búsqueda incesante” en el universo propio. Sofía es escritora, traductora y poeta, además de muchas otras cosas, porque su capacidad para desenvolverse con soltura en las artes –es Licenciada en Bellas Artes- la espolea para inventar e ingeniar sin cesar. Sus poemas habitan las páginas de numerosas publicaciones y ha participado en diversos festivales de creación. Además de colaborar en antologías poéticas, y coordinar alguna que otra, su obra poética ha viajado por el mundo vestida de inglés, francés, portugués, gallego, italiano, japonés, ucraniano y esloveno, y ha sido reconocida con el premio Javier Egea. Con más de una treintena de títulos en su haber, en su mayor parte infantiles y juveniles, aún tiene tiempo para impartir charlas, talleres y sesiones de animación a la lectura en colegios e institutos. Los relatos forman parte importante de su trayectoria literaria y siente predilección por la ciencia ficción y fantasía oscura, como lo demuestran los publicados en las revistas Casatomada, Calle 20, Presencia Humana, SuperSonic y en las antologías Más allá de Némesis, Crónica de Tinieblas, Retrofuturismos, Terra Nova y Alucinadas. Ha sido finalista de los premios Rhysling y Dwarf Stars por su microficción de género, gracias a las traducciones de Lawrence Schimel. Con Róndola (Minotauro, 2017), su primera novela para adultos que transcurre en un mundo en forma de rosquilla, ha conseguido alzarse con el premio Celsius, otorgado por la Semana Negra de Gijón. Cristina Jurado: Tu versatilidad como autora ha quedado de manifiesto en el último año con la publicación de tus novelas: Róndola (Minotauto), una historia de aventuras con protagonistas femeninas que utiliza la fantasía féerica para explorar la identidad, las convenciones sociales y los tabúes relacionados con el sexo, entre otras cosas; y Espérame en la última página (Plaza y Janés), en la que una mujer se reconstruye a través de los libros después de sufrir una dolorosa ruptura amorosa. ¿Cómo eliges tus proyectos? ¿De qué forma tus comienzos como autora de literatura fantástica te han servido para abordar otros géneros? Sofía Rhei: Los géneros especulativos y los líricos son los que más me interesan como lectora. A veces tiendo más a lo oscuro y a veces a lo humorístico, pero lo que busco en un texto es su voltaje metafórico, ya sea en lo macro (desde el argumento, como sucede tan a menudo en la buena ciencia ficción) como en lo micro, o mejor dicho, formando parte de la misma textura del lenguaje (poesía, narración lírica). Me fascinan Rachel Pollack, Lisa Tuttle, Elizabeth Hand, Steven Millhauser, Douglas Adams, Diana Wynne-Jones. Mervyn Peake... Por otra parte, comprendo que no soy una lectora representativa, y, como escritora, de vez en cuando me doy el capricho de hacer relatos barroco-pirotécnicos. Sin embargo pienso que la función de la literatura, al final, es la comunicación, y busco un estilo que tienda a facilitarla. Especialmente cuando escribo para jóvenes. Trato de hacer los textos todo lo entretenidos de lo que soy capaz, porque siento la responsabilidad de mantener al lector en el libro. Y cada vez tenemos que competir con formatos más sintéticos, más rápidos, interactivos y multisensoriales. Escojo mis proyectos buscando el equilibrio entre lo que creo que tendrá una salida comercial y aquello que me apetece escribir. No siempre consigo un balance al 50%. A menudo propongo ideas a editores y veo que ponen caras muy raras. Supongo que si fuera multimillonaria solo escribiría humor weird con temas utópicos desde mi casa árbol de tejado puntiagudo. Pero estoy contenta de poder sobrevivir con las cosas que escribo, y de que muchas de ellas tengan elementos fantásticos. Me siento afortunada, me resulta emocionante recibir mensajes de lectores que han empatizado con determinados personajes o situaciones. Creo que este es el siglo de la interactividad, en el que el “yo” del autor es cada vez menos relevante. Ya no estamos en la época en la que alguien que se sentía iluminado buscaba hacer llegar su visión del mundo a lectores pasivos. Mis metas personales para los próximos años son hacer una novela larga de sociología-ficción y otra de lo que podríamos llamar realismo mágico con toques greenpunk. Todo con brujas dentro, por supuesto. A ver en qué acaban... CJ: En el marco de la Semana Negra de Gijón se te concedió el Premio Celsius 2017 a la mejor novela de fantasía y ciencia ficción por Róndola. Eres la segunda autora en conseguirlo, después de Elia Barceló, y una de las pocas autoras, si no me equivoco, en ser considerada para este galardón. ¿Qué ha supuesto este reconocimiento? ¿De qué manera crees que ha afectado a la visibilidad de las autoras de literatura de género en nuestro país? SR: Por los datos que tengo, el autor de fantasía más vendido en la historia de nuestro país es una mujer. Ahora mismo, Iria y Selene sobrepasan ampliamente a la mayor parte de autores varones de este género. No creo que sea acertado descartarlas del mapa global de la situación porque escriban novela juvenil. Hay fantasía original para adultos, en grandes sellos, de Maite Carranza, Nerea Riesco, Aranzazu Serrano, Virginia Pérez de la Puente, María Zaragoza, Victoria Álvarez... Esto es solo las punta de un iceberg muy nutrido, con autoras que comprenden muy bien la interacción con sus lectores, como Gabriella Campbell. Estamos en un momento nefasto respecto a la venta de libros, y sin embargo, el lector de género empieza a no dar abasto con la producción nacional, lo cual es una noticia excelente. Habrá que ver cómo se van imbricando estas dos realidades; personalmente espero que el libro digital despegue en géneros diferentes a la novela romántica, algo que podría mantener escribiendo a no pocos autor@s que ahora mismo trabajan por amor al género. Supongo que esto solo puede suceder si se produce un cambio de mentalidad tanto de lectores como de editoriales respecto al soporte electrónico y al pago por descarga. Entre las autoras de mi generación, me interesan especialmente Laura Fernández, que consigue publicar géneros híbridos desde sellos literarios de grandes grupos, lo cual tiene un mérito asombroso, y Tamara Romero, que va autoeditando sus maravillosas novelas breves en alternancia con publicaciones en sellos independientes de alta calidad. En ambas valoro mucho la capacidad de sorprender al lector y la libertad de ignorar completamente esos estereotipos argumentales que tan monótonos se han vuelto. Respecto a la ciencia ficción, me gusta mucho el ambiente casi de organización criminal que se ha producido en torno a Alucinadas. Es una gozada formar parte de un grupo tan abierto a la comunicación. Ojalá haya muchísimas más entregas del certamen. La aparición de Cerbero y el anuncio de que Sportula publicará novelas cortas también son un tremendo incentivo para la producción de ciencia ficción escrita por mujeres. Ya empezamos a tener un abanico de estilos: la voz más hard de Felicidad Martínez, la más realista, pero impregnada de las grandes preguntas de nuestros géneros, de Susana Vallejo; el enfoque escéptico y racionalista indignado de Nieves Delgado, casi opuesto al aparente nonsense, tan liberador, de Laura López Alfranca; la escritura visceral de Cristina Jurado, el humanismo queer de Lola Robles, el thriller médico futurista de María Angulo, el weird literario de Marian Womack, el erotismo espacial de Rocío Vega... y Conchi, Layla, Yolanda, Carmen, Gloria, Miriam, Maria Antònia, Iulia... ¡todo lo que nos queda por ver! Es importante que empiece a haber especialistas universitarios en géneros especulativos que le dediquen atención a la obra de mujeres, como Sara Martín y Teresa López Pellisa. Otro de los puntos de inflexión capaz de abrir puertas a la presencia femenina en el género es el trabajo de personas que promueven activamente nuestras historias en el mercado anglosajón: Sue Burke, Lawrence Schimel, Marian y James Womack, Cristina Jurado, Ian Whates, Arrate Hidalgo... Tenemos la suerte de contar con “madres” extraordinarias dentro de las literaturas de lo imaginario: Fernán Caballero, Emilia Pardo Bazán, Ana María Matute, Gloria Fuertes, Carmen Martín-Gaite, Cristina Fernández Cubas, Pilar Pedraza. Elia Barceló, Rosa Montero... El hielo ya está roto, ahora solo queda navegar. CJ: ¿Por qué crees que no eres una lectora representativa? SR: Tengo gustos minoritarios. Disfruto con las antologías temáticas de relatos, con los géneros híbridos, la metaliteratura, el humor, los libros estacionales de Halloween o de Navidad... muchas de esas cosas les ponen los pelos de punta a los editores. Afortunadamente otras que antes eran raritas, como los protagonistas homosexuales, van siendo cada vez más frecuentes. CJ: En Espérame en la última página abordas el efecto terapéutico de los libros, más desde el punto de vista del lector. ¿Crees que escribir tiene también efectos terapéuticos en el autor? SR: Supongo que sí, claro. A mí la lectura me ayuda a sosegarme, ya que soy de temperamento nervioso. Escribir me sirve menos para eso, ya que es necesaria cierta tensión para generar cosas y hay que estar pendiente de que todos los cables encajen entre sí. Pero sacar cosas de dentro ayuda mucho a hacer trabajo psicoanalítico individual, y a comprenderse a sí mismos y a otros, exactamente igual que una lectura atenta. Lo que pasa es que en este caso lo que estás leyendo es a ti misma. CJ: Me llama la atención que en muchos de tus relatos -estoy pensando en “Tetch” de Alucinadas, “informe de aprendizaje” en Alucinadas2, “El crujido de la cereza al romperse” de SuperSonic #1 o “You cannot kill Frownyflute!” de Supersonic #6- Eurocon)- exploras temas relacionados con el lenguaje. ¿A qué se debe este interés por el lenguaje como elemento fantástico? SR: De adolescente leía a Borges, Aymé, Cortázar, Queneau, Calvino, Pirandello, Bradbury... uno de mis libros obsesivos siempre ha sido La historia interminable. Colecciono libros en los que el soporte se mezcla con el mensaje. Además, es uno de los grandes temas de la ciencia ficción, y por un buen motivo, ya que el lenguaje es una de nuestras interfaces con la realidad y estructura el pensamiento. Supongo que eso me ha llevado a escribir varios relatos alrededor de este tema, o bien utilizando como pretextos a algunos de mis escritores preferidos; creo que ya tengo una docena. Algún día me gustaría sacar una colección con este material. CJ: ¿Relatos o novelas? SR: Como lectora, depende de cada momento. A veces me apetece poesía, a veces ensayo. Me gusta mucho leer relatos y tengo una buena colección. Me gustan mucho Cortázar, Kelly Link, Roald Dahl, Anna Maria Shua... Como escritora, hay un abismo comercial entre las posibilidades de un relato o colección y las de una novela, así que el relato lo escribo por placer, e incluso necesidad, a veces, cuando me sale humo por la cabeza de ganas de contar alguna historia que parece pedirme ese formato. Por tanto, en los relatos soy mucho más libre que en los formatos que deben ceñirse a una estructura concreta, y resulta liberador. Con esto no quiero decir que no me guste escribir novelas, ya que precisamente una de mis partes preferidas es la estructuración e interconexión de las tramas. Pero es un trabajo que tiene más componentes técnicas. CJ: Siempre me ha interesado el proceso creativo de los autores y autoras que entrevisto. Me gustaría que detallaras cómo desarrollas un proyecto, desde que la primera idea surge hasta que entregas el manuscrito. SR: Tengo un verdadero caldo primordial de ideas, que se van combinando y evolucionan hasta que veo claro cuál puede convertirse en un relato o novela. Tanto en el ordenador como en cuadernos y carpetas tengo más de un centenar de proyectos empezados, y cada vez que tengo una idea o parte de una idea que puede encajar en uno de ellos, la clasifico adecuadamente. En este sentido tiene razón Orson Scott Card cuando, en su manual para la escritura de género, dice que una novela surge cuando dos ideas se pueden combinar entre sí. Una sola no suele ser bastante, y, desde luego, no todas encajan con todas. Supongo que en mi caso hay una parte fuerte de intuición: no “decido” qué escribir, sino que de algún modo cuando una de esas combinaciones adecuadas aparece, “sé” que debo escribir eso. CJ: ¿Hacia dónde ves encaminarse la literatura de género a nivel mundial y más específicamente en nuestro país? A nivel internacional, parece que la ecología va aumentando su presencia en el género, algo que considero necesario. La ciencia ficcion fue pionera en alertar sobre problemas de sostenibilidad y cambio climático, y sigue cumpliendo esa función en estos momentos en los que la situación se va agravando tanto sin que parezcamos darnos cuenta. En tanto que frikis, no nos hacemos caso a nosotros mismos. El panorama de grandes premios de habla inglesa está cada vez más diversificado, lo cual es una noticia excelente. En nuestro país, las pequeñas y medianas editoriales hacen un esfuerzo tremendo por dar voz a numerosos autores con propuestas de lo más variado, y los lectores de género están cada vez más movilizados. Sin ese sustrato es imposible que lleguen a existir obras mayores, porque un autor se construye poco a poco, dentro de un contexto vivo que le compense económica y socialmente, como lleva sucediendo en Estados Unidos desde los años 40. Sin embargo, en España, las ventas medias de una novela de fantasía para adultos rara vez superan los mil ejemplares, y de la ciencia ficción mejor no hablar. Creo que nuestras novelas y relatos solo podrán ir ganando nivel si el techo de ventas del género sube varias veces. CJ: ¿De qué manera crees que las nuevas tecnologías han influido en la relación entre autor y lectores, y entre las editoriales y su público? SR: La han revolucionado totalmente, en algunos aspectos para bien, y en otros para mal. Actualmente, las editoriales buscan más proyectos con personas con una fuerte presencia en redes sociales que con escritores que no la tengan. Por otra parte, la comunicación directa mediante tantos canales, en tiempo real, es algo que nunca había sucedido, y es fantástico poder estar al corriente de las actualizaciones de nuestros escritores internacionales preferidos. CJ: Imagina que tienes una varita mágica ¿Qué cambiarías en la industria editorial española? SR: Me gustaría que las editoriales redujeran drasticamente el precio del libro electrónico y que los lectores hicieran un consumo responsable de este. Y, puestos a pedir, que se publicaran más libros de humor. CJ: No puedo dejarte marchar sin preguntarte por tus proyectos futuros. ¿Qué será lo próximo que salga de tu pluma que podremos disfrutar? SR: Probablemente será un libro de microrrelatos de fantasía oscura.
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Alexander Páez Jesús Cañadas (Cádiz, 1980) se formó en ingeniería técnica en la Universidad de Cádiz, se licenció en documentación por la Universidad de Granada, y obtuvo el máster en gestión cultura por la Universidad de Deusto, la Universidad de Gotinga, y la Universidad de Osaka. Publicó su primer relato en 2003, cuando residía en Italia, en la revista Asimov Magazine, y desde entonces ha publicado textos breves en Aurora Bitzine, Miasma, así como en las antologías Calabazas en el Trastero, Ácronos, Fantasmagoria, Charco Negro y Presencia Humana. Publicó su primera novela en 2011, El baile de los secretos, en la editorial Grupo AJEC, y quedó finalista a Mejor Novela en los Premios Scifiworld. En 2013 publicó Los nombres muertos en Fantascy (Penguin Random House). Su tercera novela Pronto será de noche, se publicó en 2015 en la colección Insomnia de la editorial Valdemar. Entre 2015 y 2016 estuvo en el equipo de guionistas de la productora Globomedia, donde co-escribió la segunda temporada de Vis a Vis, para Antena 3. Su próxima novela, Las tres muertes de Fermín Salvochea se publica el 05 de octubre en Roca Editorial, y promete un paseo por Cádiz de la mano de cuatro entrañables protagonistas. Alexander Páez: Hola, Jesús. Vamos a romper el hielo. ¿Qué pregunta te hacen siempre en las entrevistas, que odias que te hagan? Jesús Cañadas: Precisamente la que me haces tú al final: ¿cómo ves el panorama actual del género fantástico en España? AP: ¿Y la que nunca te hacen que te gustaría que te hicieran? JC: Me gustaría que me hicieran esta: ¿qué estás haciendo para mejorar el panorama actual del género fantástico en España? AP: Tu nueva novela, Las tres muertes de Fermín Salvochea vuelve sobre una idea con la que ya jugaste en tu segunda obra, Los nombres muertos, el biopic ficcionado mezclado con género fantástico (terror y fantasía). ¿Qué se va a encontrar el lector neófito de tu obra en esta novela? JC: En realidad no creo que Las tres muertes de Fermín Salvochea vuelva al terreno de Los nombres muertos. De hecho, el motor que mueve la trama de Salvochea es el diametralmente opuesto, aunque no te voy a decir cuál es. Lo que el lector se va a encontrar es una mezcla de costumbrismo y género, en la línea de otras ficciones como la serie El Ministerio del Tiempo, la novela Salem’s Lot o la reciente película Verónica. Un grupo de chavales de barrio en el Cádiz de principios del Siglo XX que se enfrentan a una amenaza terrorífica; aunque quizá no la que piensan en un primer momento. De todos modos, y parafraseando una cosa que me dijo hace poco Elia Barceló (la autora de El Color del Silencio entre otras mil novelas excelentes), lo que se van a encontrar es una novela de Jesús Cañadas, con lo bueno y con lo malo. A ver si les mola. AP: Es más, hemos pasado de una novela apocalíptica oscurísima y con una prosa seca, dura y directa, a una novela de aventuras en tu ciudad natal. ¿A qué se debe el cambio? JC: No hay una razón concreta, más allá de no querer repetirme. Escribir una historia que se moviese en las mismas coordenadas que Pronto será de noche o Los nombres muertos habría sido muy aburrido. Y aunque suene muy loser, yo escribo sobre todo para pasármelo de puta madre. AP: ¿Por qué Cádiz y no, Berlín, Amsterdam, Nueva York o Buenos Aires? ¿Qué tiene la ciudad gaditana que tanto te apasiona? JC: Junot Díaz decía algo así como: “hay cabrones que pueden mantener una conversación entera en élfico pero se llevan las manos a la cabeza si metes tres palabras en español”. Cádiz no tiene nada que envidiarle a Góndor, a Desembarco del Rey o a Nueva York, al menos desde mi punto de vista, que desde luego no es objetivo. Me apetecía una novela que visitase la ciudad donde nací. Quería saber si sería capaz que pasar un sitio tan luminoso como Cádiz por el tamiz de mis inquietudes, de las mierdas que me gustan: trama de misterio, componente fantástico, toque gótico… si lo he conseguido o no, es algo que tienen que decidir los lectores. AP: ¿Nos puedes hablar un poquito más sobre quién fue Fermín Salvochea? JC: En una frase: Fermín Salvochea es material de leyenda. En Cádiz, hasta el cani más poligonero conoce su nombre. Fue un alcalde muy famoso en la ciudad, el alcalde anarquista en los tiempos de la Primera República, y se le recuerda como un héroe del pueblo, un revolucionario que se llenó las manos de pólvora y de sangre, siempre del lado de los pobres. Insisto: ¿qué coño tiene George Washington o Churchill que no tenga Salvochea? ¿Qué coño tiene el presidente de los estados unidos que no tenga el alcalde de Cádiz? Esa fue la idea que puso en marcha la novela, hacer una historia de leyenda con un hombre de leyenda. Luego vino la parte de escribirla, que es lo jodido. AP: Tus personajes en la novela son un grupo de cuatro niños que se enfrentan a misterios que les superan. ¿Hay un pequeño homenaje/inspiración de las pelis ochenteras y noventeras, o es mi retorcida mente que se lo imagina? JC: Las tres muertes de Fermín Salvochea es hija directa tanto de IT como de Una pandilla alucinante, pasando por El Cuerpo o, en términos de estilo, la trilogía de El Mapa del Tiempo. Pero eso es solo el principio. Hay capas y capas de guiños en la novela, algunas tan privadas que probablemente sólo entenderán mi hermana y mi madre. Por supuesto, ninguno de estos guiños es necesario para disfrutarla. Son cosas que he metido porque me da la gana, para divertirme mientras redacto. AP: La paternidad es uno de los grandes temas de la novela, y en general con un tono trágico. ¿A qué se debe? JC: Probablemente a que me estoy haciendo viejo. La gran virtud de la literatura fantástica es su componente alegórico, su capacidad para colocarnos un espejo delante y hablarnos de nosotros mismos. En este caso, por más brujas y piratas y vampiros y demonios que pululen por la novela, al final no es más que la historia de un hijo que deja de creer en su padre y tiene que saldar cuentas con la idea que tenía de él; que es algo que más o menos nos ha pasado a todos. En ese sentido, y aunque esto no pase de lo anecdótico, la novela me ha servido a mí para saldar cuentas con la memoria de mi propio padre. AP: ¿Cómo ha sido el proceso de documentación para la novela? ¿Alguna anécdota que puedas compartir con nosotros? JC: Pues es una pena, pero he de decirte que la vida de los escritores es muy aburrida. Un escritor no es más que un tío en pijama sentado en su salón con la mirada perdida delante de una pantalla. Puede que dentro de su cabeza esté surcando la Bahía de Cádiz en un galeón volador mientras lo persigue un escuadrón de grifos británicos, como de hecho pasa en Las tres muertes de Fermín Salvochea, pero por fuera la cosa es más bien lamentable. En ese sentido, el proceso de documentación no ha sido más que ponerme en contacto con profesores de la facultad de historia de Cádiz y hacerles preguntas. En realidad, la novela no es tanto histórica como ficción situada en una época concreta, nada más. Quiero decir que el Cádiz que se presenta en ella no responde a la idea del Cádiz del pasado que tenemos. Como dice Félix J. Palma, la novela plantea una suerte de mitología del sur, y no pretende dar ninguna pátina de realidad a lo que cuenta. Hay anacronismos a puñados, y los hay porque desde el principio decidí que la historia que quería contar debía situarse muy por encima de la Historia con mayúsculas. AP: Por curiosidad, ¿qué ha sido lo que más has disfrutado escribiendo esta novela? ¿Y lo que menos? JC: Lo que más he disfrutado es el abrazo. Lo que menos he disfrutado es la muerte. ¿De qué cojones estoy hablando? Léetela y lo sabrás. A lo mejor hasta estás de acuerdo conmigo. AP: ¿Qué opinas del panorama actual del género fantástico en España, a nivel de autores nacionales y editoriales que publican hispanohablantes? JC: Te voy a responder a la pregunta que me habría gustado que me hicieras y que nunca me hacen: pelearme. Pelearme con todo el mundo para que los escritores de género nos acerquemos un poquito más a la profesionalización. Pelearme con la página en blanco para exprimirle historias que, si bien no creo que vayan a cambiar la vida de nadie, son las más honestas y las mejores que puedo escribir. Partirme la cara para dignificar un género que en literatura está pidiendo a gritos que lo dignifiquen, y que ya está dignificado en otros formatos: películas, series, cómics, etc. Eso es lo que estoy haciendo por mejorar el estado del panorama del fantástico en España, que la verdad, no está mal pero tiene mucho margen para mejorar. Por supuesto, esto no lo voy a conseguir yo solo. Pero, ah, ¿y si todos pusiéramos nuestro granito de arena? ¿Y si todos nos manchásemos las manos de sangre y pólvora como en su día hizo Fermín Salvochea en Cádiz? ¿Y si nos dejáramos de mierdas y nos partiéramos la cara todos y todas por tener el mejor fantástico posible? AP: ¿Se mete uno a escribir por dinero? JC: No. Pero si tienes la menor aspiración de profesionalizarte, el dinero tiene que estar en la ecuación. Tienes que comportarte como un profesional si quieres que te traten como uno. Y los profesionales cobran. Hugo Camacho
Hace un par de años (hablamos de 2015), la revista Lightspeed Magazine lanzó un proyecto en Kickstarter que llevaba por nombre Queers Destroy Science Fiction y que nació con la intención de dar voz a autoras no heterosexuales que escribieran relatos de ciencia ficción y artículos relacionados en los que se incluyese el tema de la identidad de género dentro de la narrativa. El éxito fue tal que no solo se editó dicha antología, sino que además se hicieron el Queers Destroy Horror, Queers Destroy Fantasy e incluso un Queers Destroy Filk. El año siguiente llegó, no con menos éxito, el People of Colo(u)r Destroy Science Fiction (con sus consiguientes Horror y Fantasy) para incluir narrativas no blancas en los géneros fantásticos. Y todo ello en medio de (o a pesar de) la polémica de los Premios Hugo desatada por la caverna de los Sad Puppies y Rabid Puppies, ni más ni menos. Como opté por centrarme en los proyectos y no en la repercusión que pudiese tener entre el trolerío racista, no puedo comentar mucho al respecto y tampoco se merecen mi tiempo ni mi atención. Pues bien. A principios de verano me llegó un email de Lightspeed en el que anunciaban que habían pasado el testigo a Uncanny Magazine para crear el Disabled People Destroy Science Fiction, es decir, lo mismo que los otros Destroy, pero hecho por gente con discapacidad. Pequeña aclaración antes de continuar: Uso el término «discapacidad» y no «diversidad funcional» por tres motivos: uno, para que todo el mundo entienda de qué estoy hablando; dos, porque la palabra disabled en inglés (que en mi opinión carece de ese matiz peyorativo que parece que tiene en castellano) se utiliza en este proyecto para no dejar fuera a nadie y aglutinar a todo tipo de condiciones, ya afecten estas a la movilidad o a los sentidos, o tengan que ver con algún tipo de enfermedad más o menos incapacitante; y tres, que por mi condición de sordo poslocutivo yo mismo no me sé identificar como «diverso sensorial» (se me hace raro), «minusválido» (eso sí que es ofensivo) o «retrón» (es demasiado nuevo para mí, aunque tiene su gracia). Dicho esto, sigamos. Considero que Disabled People Destroy Science Fiction es importante a muchos niveles por dos factores fundamentales: pide incluir la discapacidad en la narrativa y lo hace al tiempo que reclama un espacio en la ciencia ficción. Parece que tradicionalmente para los autores de ciencia ficción ha resultado más fácil crear alienígenas, ciborgs o mutantes que no seres humanos con discapacidad y una voz propia más allá de su condición. En todo tipo de literaturas, no solo la fantástica, la representación de la discapacidad parece responder siempre a los mismos cinco estereotipos: a) El discapacitado que es el protagonista de una historia de superación que inspira a los «enteros» y que genera un montón de frases bonitas para compartir en redes sociales. b) El mentor del Pequeño Saltamontes al que enseña muchas cosas a pesar de su condición (sic). c) El que solo tiene voz como víctima. d) El que encuentra una cura mágica y deja de serlo. e) El que está tan enfadado por culpa de su discapacidad que se convierte en villano (aquí entrarían también todas aquellas personas con problemas mentales que se transforman en asesinos y cosas por el estilo). Hasta el momento, y salvo honrosas excepciones, esta ha sido la manera de mostrar la discapacidad y quizá ya va siendo hora de cambiarlo. Lo que este proyecto reclama, además, es que seamos nosotros mismos quienes tomemos la iniciativa y no dejemos que sean otros los que cuenten la historia por nosotros porque corremos el riesgo de seguir siendo representados en base a los mismos tópicos. En uno de los artículos titulado «Constructing the Future» («Construyendo el futuro»), Derek Newman-Stille dice: «En la ciencia ficción tenemos un espacio en el que podemos reclamar algo que es importante para las personas con discapacidad: imaginación. En la ciencia ficción es posible imaginar de otra manera, pensar en nuevas posibilidades en lugar de cerrarnos a ellas diciendo que no son posibles. Los discapacitados podemos recuperar nuestros futuros de la misma manera en que hacemos todo lo demás en un mundo capacitista: con vulnerabilidad. Podemos blandir nuestra vulnerabilidad como una herramienta para escribir, para llevar con nosotros a nuestros lectores a un viaje por un espacio vulnerable en el que puedan cuestionar el sistema capacitista que hay a nuestro alrededor.» La idea es que imaginemos otros futuros que el que la sociedad capacitista imagina para nosotros: un futuro sin sanidad ni trabajo, ni espacio para quien quiera aportar, o incluso un futuro eugenésico en el que las taras han sido erradicadas. Pero ¿por qué tanto hincapié de un tiempo a esta parte con el tema de la representación? ¿Es que no leemos precisamente para vivir otras vidas? Por supuesto. Y eso está muy bien. Incluso podría entrar dentro del eterno debate de la literatura escapista contra la literatura de monóculo y jersey de cuello de cisne, si mucho me apuras. Pero es algo que va más allá. El verte reflejado en las palabras de otro, a través de unos personajes que interactúan con otros sin repetir estereotipos, tiene un efecto sanador que te ayuda a reconciliarte contigo mismo y aprender que eres valioso tal y como eres. Si no te ves reflejado en los productos culturales que consumes, tienes la sensación de que tienes algo que te hace desaparecer del imaginario colectivo. Y ese algo que hace que no te sientas parte del entorno está enraizado en tu propio cuerpo. Lo tienes y no te lo puedes quitar. En el proyecto Disabled se pueden leer varios artículos en los que los autores explican que un libro o una película en concreto los han ayudado a entenderse mejor, y ese es precisamente el valor de dicho proyecto. Porque, ¿dónde si no se pueden ver mejor los prejuicios o las ansiedades de la sociedad si no es en la cultura popular? Además, no solo ayuda a que los discapacitados se vean a sí mismos y se rompa el estereotipo, sino que puede ayudar también a los que no tienen ninguna discapacidad a disponer de más armas, si algún día esta les llega. Y a encontrarse a menos gente que no los entienda. Ya he dicho un poco más arriba que la representación de la discapacidad en la ciencia ficción es, cuanto menos, discutible y que si nos quejamos de que hay pocas mujeres en el mercado, con los discapacitados (o al menos los que han salido del armario, porque recordemos que no siempre es visible o no todo el mundo quiere/necesita identificarse como tal) es todavía más flagrante. También se puede dar el hecho de que muchos autores prefieran no meterse en berenjenales a la hora de escribir sobre el otro, especialmente en esta era del linchamiento exprés y poco meditado en las redes sociales. Pero lo que Disabled pone sobre la mesa es por qué no hay más discapaditados que escribamos sobre nosotros mismos. En un artículo del 23 de agosto que The Huffington Post dedica al proyecto, una de las editoras, Nicolette Barischoff, expresa diferentes motivos. El primero es que ya estamos quemados antes de empezar porque desde siempre se nos ha impuesto la noción de que tenemos que escribir sobre nuestra experiencia sintamos o no la inclinación a hacerlo. Son los demás los que te piden «escribir tu historia», pero ya saben cuál es y qué etiqueta le van a poner cuando incluyan tu texto en un proyecto benéfico para recaudar fondos y coger polvo en la estantería. Otro motivo es que cuando se escribe sobre discapacidad esta es lo único que importa, y da lo mismo si el texto está bien escrito o no. Esto sucede porque los «enteros», ya sean lectores o escritores, no están acostumbrados a estar en una misma habitación con la discapacidad y mostrar normalidad. Para ellos, la discapacidad funciona exactamente igual que la escopeta de Chéjov que, si aparece en la historia, tiene que hacer algo más adelante y colmar las expectativas del lector o de lo contrario hay que quitarla porque nada de lo que ocurre en una historia puede ser accidental. En realidad este hecho solo responde a la necesidad del escritor «entero» de justificar la existencia de la discapacidad y que así pueda cumplir una función satisfactoria dentro de su universo. Para el «entero», la respuesta de que los discapacitados quieren existir en la narrativa porque también existen en el mundo real, no es satisfactoria porque su función es la de mostrar su condición o, si no, no tenerla. Hay que encontrar la manera de conseguir que, cuando aparezca un personaje discapacitado o enfermo, no se produzca ese mecanismo. La cuestión es que no queremos que nuestros cuerpos (y aquí incluyo la mente) sean el foco de todas los relatos en los que aparecemos, incluso cuando somos protagonistas. Es más: especialmente cuando somos protagonistas, porque al haber vivido en esos cuerpos toda la vida, estos no son fuente de conflicto para muchos de nosotros. La representación y la narrativa ayudan a conformar el mundo en el que vivimos. Creo sinceramente que Disabled ayuda a los discapacitados a reclamar el espacio narrativo, a pedir personajes con los que nos sintamos identificados y a los que les pasen las mismas cosas que les pasan a los demás porque en la vida real también es así. Y es importante porque abre la puerta a que seamos nosotros mismos los que llevemos la voz cantante a la hora de cambiar la manera en cómo nos ve el mundo. Si volvemos al terreno específico de la ciencia ficción, en su artículo «Instant Demotion in Respectability» («Degradación instantánea de la respetabilidad»), Bogi Tácaks explica que cada vez que quiere promocionar algo que es relevante en su relación con la discapacidad en el fándom, a menudo se encuentra gritando contra una pared y se da por vencida hasta la siguiente vez en la que alguien le dice: «anda, pues nunca he oído que ningún discapacitado mencionara eso antes». Dice que como queer ya es objeto de todo tipo de discriminación, pero que estas se multiplican por el hecho de ser discapacitada, porque la discapacidad está al final de la cola de la respetabilidad. En este sentido, se espera que Disabled ayude a que cambie la balanza y nos encontremos más debates sobre discapacidad en los que sean los propios discapacitados los que propongan el tono, los temas y el contexto de la discusión. De hecho, ya existe el movimiento #AccessibleCons que pide que haya una mayor accesibilidad en las convenciones. En mi propia experiencia en el equipo organizativo de la Eurocon de Barcelona tengo que decir que no encontré ninguna traba al respecto por parte de mis compañeros, todo lo contrario, y creo que se cumplió bastante con la accesibilidad. ¿Cómo no iba yo a reclamarla si por norma general no me entero cuando voy a presentaciones o charlas (gente: si os ponen un micrófono delante, usadlo y no preguntéis si podéis dejarlo de lado)? ¿Iba a organizar algo a lo que yo mismo no iba a poder asistir? Si no se llegó al 100% y nos quedamos en el 95% fue porque no se hizo ninguna reclamación concreta y entiendo que fue porque nadie la necesitó. Si necesitas algún tipo de ayuda o mejora en los actos a los que vas para que sean accesibles para ti y estás leyendo esto, por favor: reclámalo para que la organización sea consciente y ponga medidas. Por ti que no quede. Entonces, ¿qué hacemos a partir de ahora? Si eres discapacitado (en el amplio espectro que ya he nombrado más arriba), ponte a escribir y domina tú la narrativa. Que no te la impongan. Si no lo eres y no quieres escribir sobre el tema, no pasa nada. No estamos aquí para imponer cuotas porque no creo que sean necesarias. En general el debate con el tema de la representación de las mujeres o la identidad de género creo que es bastante bajo por culpa de la inmediatez de la red, el aceleracionismo y porque se centra en tonterías y no en las cosas de verdad importantes. Si se quiere escribir sobre algo o incorporando una cierta narrativa, la receta es la misma de siempre: empatía. Es más, sirva esto como llamada a las armas para alcanzar una representación plena y no solo «para lo mío» y volviéndonos locos. Y si alguien quiere que hagamos algo parecido a Disabled (mi pila de trabajo y de temas pendientes se acaba de tirar por la ventana), hablemos. ¡Ah!, por si os queda la duda, os diré que Disabled People Destroy Science Fiction ha recaudado una cantidad muy parecida a la de sus predecesores y que incluso se hará un Disabled People Destroy Fantasy. |
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July 2022
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