No Ficción
Artículos, Opinión, Entrevistas, Reseñas, Noticias
por Miquel Codony y Cristina Jurado Jesús Cañadas (Cádiz, 1980) es uno de los escritores más prometedores de la literatura fantástica, como demuestra su evolución a lo largo de las tres novelas que ha publicado hasta la fecha (El baile de los secretos, Grupo AJEC; Los nombres muertos, Penguin Random House; Pronto será de noche, Valdemar). Sin alejarse nunca por completo del ámbito del terror, sus libros proponen formas muy distintas de entender el género, tanto a nivel temático como estilístico. Desde SuperSonic hemos querido aprovechar la salida de su excelente Pronto será de noche para realizarle algunas preguntas. Os dejamos en compañía de Jesús. En muchos sentidos Pronto Será de Noche es una novela con un planteamiento diametralmente opuesto a Los Nombres Muertos. ¿En qué medida querías alejarte de lo que hiciste con la novela anterior? Na, en ninguna medida. No es una cosa que se decida, al menos no de manera consciente. Estoy convencido de que cada historia tiene una forma de contarse; lo jodido es encontrarla. Una vez que te planteas el fondo, empiezas a tomar decisiones sobre la forma: la textura, los puntos de vista, el ritmo... el sabor, por así decirlo. Pronto será de noche es un plato muy distinto a Los nombres muertos, y hacía falta cocinarlo de otro modo. ¿Cómo valoras tu evolución como escritor desde “El Baile de los Secretos”? Le tengo muchísimo cariño al Baile y lo defenderé con uñas y dientes delante de cualquiera, pero siete años después de terminarlo, puedo verlo como lo que es: la novela de un principiante, uno que está aprendiendo. Hay muchas cosas que podría haber hecho mejor. Bueno, o mejor dicho, no las hay: el niñato que era yo entonces no las sabía hacer mejor. El niñato que soy ahora sí. Una de las críticas negativas que se me quedaron grabadas empezaba diciendo algo como “El baile de los secretos: la potencia sin control no sirve de nada”. Y tenía razón. Creo que tenía mucho que decir, quizá no tanto al lector como a mí mismo, no sé. El caso es que me solté la melena y con el tiempo he ido aprendiendo a medir más. De todos modos, a lo mejor dentro de siete años estoy diciendo exactamente lo mismo sobre Pronto será de noche. Y espero que sea así, porque significará que no me he quedado estancado. ¿Te parece que las redes sociales han cambiado la relación entre el escritor y sus lectores? No tengo ni puta idea; lo que sí te puedo decir es que a mí me agotan. Cuando estás de promo, te dicen que tienes que estar pendiente, hablar de ti mismo pero solo un poco, compartir cosas chulas, ser un poco polémico pero sin pasarte, aportar contenidos, moderar comentarios y trolls con elegancia... COJONES. Si eso significa que la relación ha cambiado, desde luego ha cambiado a peor. Llámame anticuado, pero creo que lo mejor que puede hacer un escritor es callarse la boquita y dejar que su libro sea el puente con el lector. Si un lector necesita que el escritor le explique sus intenciones, es el que escritor ha fallado. Además, hablar de ti mismo en redes sociales es un coñazo. A mí no me ha escrito Miller para convencerme de que vaya a ver Mad Max. He ido porque todo el mundo hablaba de ella. Y ya ves, se me han caído los huevos al suelo cuando la he visto. Pero claro, uno no tiene el aparato de marketing de Mad Max. ¿Cómo consigues que todo el mundo hable de tu libro? Ni puta idea. Mi respuesta es escribiendo el mejor libro que puedas y cruzando los dedos para que a la gente se le caigan los huevos al suelo cuando lo lean. Entonces empezarán a hablar de él. ¿Y la forma de trabajar del escritor? En La gran belleza, de Paolo Sorrentino, creo recordar que había una escena en la que le preguntaba al protagonista por qué sólo había escrito un libro en su vida. Él respondía algo como: “Es que suelo salir mucho por las noches”. Eso son las redes sociales. Son la perfecta excusa para no trabajar. A mí me gusta pasar el rato charlando sobre mierdas, como al que más. Pero estar todo el tiempo no es bueno. Cuando te borras de las redes sociales te das cuenta de que tienes un montón de tiempo para hacer otras cosas y, esto te va a parecer coña pero no lo es, para pensar. No sé, cuando no tengo nada que vender suelo cerrar mis redes sociales. Y siempre ha habido alguien que me ha dicho “Me parece genial, yo lo haría si pudiera”. Picha, si llegas a este punto, a lo mejor deberías plantearte hacerlo. En cierta forma, Pronto será de noche recuerda a El baile de los Secretos: ambas son novelas corales, con un hilo de muertes inexplicables y con complejas relaciones entre los personajes… Los nombres muertos también es una novela coral hasta cierto punto, aunque el personaje central sea Lovecraft, y el misterio empapa sus páginas. Esa querencia por un gran número de personajes, por las muertes violentas, por el misterio y la incertidumbre, ¿dirías que forma parte de la marca “Cañadas”? ¡Coño, qué bien visto! La verdad es que no me había dado cuenta, pero me tengo que rendir a la evidencia: en la novela que estoy escribiendo ahora también hay múltiples puntos de vista y cantidad de personajes. Así a botepronto, probablemente se deba a mis orígenes roleros: muchos personajes que se mezclan en una sola historia sin un héroe definido. Si eso es marca cañadas, pues bueno, pues vale. Tampoco sé qué otras características habría en esa supuesta marca. De todos modos, me sigo quedando con la marca hacendado. Leyendo Pronto será de noche tuve la sensación de que habías explorado más intensamente los miedos profundos del ser humano, algo que también entiendo puede ser considerado un leitmotiv en tus obras. Se nota que has reflexionado bastante sobre el tema, buscando aquellas situaciones y circunstancias que se pueden reconocer como generadoras de terror: un apocalipsis, un atasco monumental, un calor insoportable, un autobús repleto de niños, una embarazada de nueve meses, etc. La novela podría suceder en cualquier país, los personajes son universales, aunque tú los hayas ancorado en España. Es inevitable pensar en La isla de hormigón de J. G. Ballard cuando uno lee la novela, pero confieso que a mí me venían imágenes de Lorca una y otra vez: la ausencia de agua, que en Lorca representa la vida; la sangre como símbolo de muerte y de sexualidad; el coche, que es un poco como el caballo de Lorca, asociado a la muerte; el metal, otro símbolo de muerte en Lorca, está representado por cuchillos y la pistola de Samuel; el toro, que es un icono de la cultura española, está muy presente en la obra de Lorca… ¿cuáles son los referentes literarios, dentro y fuera del género, que han influido en esta novela? Pues te diré que no vas por muy buen camino: ni Ballard ni Lorca han sido referentes que tuviera en mente cuando la escribía. Otra cosa muy distinta es que lo fueran sin que yo me diera cuenta. Pero claro, de esos hay miles: desde cine de catástrofes hasta novelas policiacas clásicas, desde Gaston Leroux a Agatha Christie a la película 3 días. Al fin y al cabo uno tiene un batiburrillo gordo en la cabeza y de ahí se saca lo que buenamente se puede. Las que sí son conscientes están muy claras desde el comienzo: Cortázar y su cuento Carretera al Sur, Buñuel (y de ahí el salto a Lorca quizá sea más fácil de entender) con el Ángel Exterminador (un grupo de gente atrapada en un sitio que no está cerrado pero del que no pueden escapar) y Lars von Trier con Dogville (por el rollo teatral, de escenario congelado en el tiempo). Pero sobre todos ellos están Juan Rulfo, sin duda. ¿De qué manera ha evolucionado tu proceso creativo en los siete años que separan El Baile de los Secretos y Pronto será de noche? El proceso en sí no ha evolucionado en absoluto: sé lo que me funciona y me pongo a hacerlo. Intento ir caminando a todos lados, y mientras camino se me vienen mierdas a la cabeza que luego apunto y quizá cristalizan en una escena o un diálogo bueno. Luego intento escribir todos los putos días, aunque sea poquito, para no perder el contacto con la novela. Corrijo los fines de semana. Otra cosa es que la vida real se te cuele en medio y empieces a escribir por la mañana en vez de por la noche, o en casa en lugar de en una biblioteca. Pero eso son tonterías. No creo que me haga falta ponerme un girasol fresco en la mesa o escribir siempre con el mismo tipo de lápiz, como García Márquez. Lo que hace falta es partirse los cuernos. Si hay una idea que recuerdo de la película Quills, es ésta: “si quieres escribir, encontrarás el modo”. Y es cierto. Aunque sea usando tu propia mierda en las paredes, como hacía Sade en esa peli. ¿Qué opinión te merece la proliferación en los últimos años de las antologías de género? Como autor, me considero un cuentista peor que mediocre, así que no me ha afectado mucho. Qué le voy a hacer, cada vez que he intentado hacer cuentos me salen cosas chungas. Así que esta eclosión de antologías en los últimos dos o tres años no me ha afectado tanto. Como lector, pues me leo de todo e intento apreciar lo bueno. La calidad de antologías como Presencia Humana o Retrofuturismos me parece indiscutible, así que no puedo sino alegrarme. ¡Y que dure!
0 Comments
por Alexander Páez Guillem López es un autor de género fantástico que ha publicado tres novelas, La guerra por el norte (AJEC, 2010), Dueños del destino (AJEC, 2011) y Challenger (Aristas Martínez, 2015), además de diversos relatos en revistas y antologías como en Presencia Humana Magazine. Ha sido finalista del Certamen Domingo Santos 2014 con el relato “Médicos” y ha publicado un libro ilustrado de aforismos titulado Piensaciertos (Algón Editores, 2013). Esta entrevista está enfocada hacia su última publicación, Challenger, una novela formada por setenta y tres relatos que suceden en Miami, durante los setenta y tres segundos que el transbordador espacial Challenger se elevó en los cielos, antes de convertirse en una bola de fuego y humo. ¿En qué momento surge la idea de Challenger como concepto? Es decir, 73 capítulos cortos alrededor del momento en que el Challenger saltó por los aires. ¿Tenías clara esta estructura antes de ponerte a escribir? Normalmente, cuando me siento a escribir, tengo las cosas bastante claras. Con Challenger tenía trabajado cada capítulo; había lugar para la improvisación, pero no para alterar la estructura. Yo quería hacer un “vidas cruzadas” en torno al desastre del transbordador, no sabía que tendría setenta y tres capítulos aunque me preparé para muchos más. Más adelante, elegí ese número no sólo porque el Challenger volase ese tiempo antes de desintegrarse en el cielo, sino por la significancia que tenía. Durante el proceso de documentación descubrí que la fuga en la junta de uno de los cohetes se produjo desde el mismo momento en que se dio la orden de ignición. El Challenger debería haber estallado en la misma plataforma de despegue. Sin embargo, unas pequeñas partículas de aluminio que se utilizan para mantener la densidad del combustible sólido bloquearon la fuga y el transbordador despegó y voló esos setenta y tres segundos. La misión de esas partículas de aluminio era otra pero construyeron nuestra realidad. La novela tiene setenta y tres capítulos porque representa esas pequeñas cosas que tienen el poder de alterar nuestro mundo. De esa forma, la estructura de la novela es el mensaje en sí mismo. Yo creo que la novela no sólo es una forma narrativa sino también un artefacto visual capaz de narrar en su fondo y su forma. ¿Tenías claro que iban a ser 73 capítulos, ni más ni menos? ¿Hay relatos que se han quedado fuera del libro? Como ya he dicho, preparé muchos más. Una vez desarrollé el concepto de que —al igual que una explosión que nadie esperaba, ocurrió— todo era posible o probable, me dispuse a crear esa sensación en el lector, de que cualquier cosa podía pasar. Así que no me corte un pelo a la hora de trabajar géneros o temas: todo tenía cabida en Challenger porque alimentaba el sentido de la maravilla. Se queraron por el camino o están en alguna otra parte, depende de cómo se mire. ¿Cómo enfocas el género fantástico desde tu novela? Cuando uno investiga un poco en lo que ocurrió en Cabo Cañaveral aquella mañana, ve las fotografías, los documentos gráficos previos al despegue, se percibe una euforia colectiva. Nadie se había planteado que las cosas podían ir mal. Quizá alguien lo hizo —algunos ingenieros lo hicieron, como demostró la comisión Rogers— pero nadie les escuchó. Y, sin embargo, lo imposible ocurre y todo se viene abajo. Hay un momento de silencio que hiela la sangre en los vídeos. La gente mira al cielo y se pregunta qué está ocurriendo. Ahí es donde lo fantástico se hace real, lo improbable ha ocurrido y ¿ahora qué? Se abre una grieta en el horizonte caribeño de la ciudad y ahí lo tenemos. Al final resulta que el hecho fantástico es tan sólo una cuestión de probabilidades, un factor estadístico en nuestras vidas. En otra entrevista contestas que como escritor de fantasía puedes describir un lugar (Miami) sin estar allí. Entonces, ¿el Miami de Challenger existe, o no? Pero es que ahí entramos en el terreno de la definición de existencia. ¿Existencia material? ¿Existe porque nosotros creemos que existe o porque yo escribo que existe? Quiero pensar que existe, no sólo de la misma forma en que lo hacen Las ciudades invisibles de Italo Calvino —o Mickey Mouse o Dios, que también existen—, sino que, de nuevo por probabilidades, en alguna parte es real. Las localizaciones, el contexto cultural e histórico, la línea temporal… todo eso es auténtico, pero ¿existe un cartero en Miami llamado Mario Constanzo cuya familia huyese de Filadelfia acosados por las deudas de juego? ¿Hay una tienda de cómics en NE 83 rd terrace regentada por dos nerds y su colega, un gordo dueño de todo un edificio? No lo sé. Me gusta pensar que es probable. ¿Por qué escoger personajes reales? ¿No estamos hablando de fantasía? ¿Por qué esta decisión? ¿Es necesaria una buena dosis de realidad para que la fantasía funcione? La nota al principio de la novela es la trampa de la metaficción. También es una declaración de intenciones y un aviso al lector: atención, todo lo que viene a continuación es real, deje su juicio y sus prejuicios aquí; estilo Dante y Virgilio cogidos de la mano, pero de buen rollo. La realidad es nuestra vara de medir; todo lo juzgamos conforme a lo que creemos conocer, así que la fantasía tiene que ser mesurable —que no mesurada— en el sentido de que tenemos que compararla y aplicarle parámetros que creemos reales para comprenderla. Podemos escribir sobre mundos gaseosos o razas alienígenas cuyo lenguaje no es sonoro sino basado en la policromía, no importa porque todo se hace inteligible gracias a la nuestra realidad. En los últimos años estamos viviendo un proceso de racionalización de lo fantástico —no sólo en la literatura, en todos los aspectos cotidianos. El auge de las pseudociencias tiene mucho que ver con esto—, se desarrollan procesos por los que la magia tiene una base científica, todo tiene una metodología científica comprensible para el lector. Sanderson sabe tela de eso. Hasta George Lucas inventó los malditos midiclorianos y convirtió Star Wars de fantasía a ciencia ficción. La racionalización de la literatura fantástica es un hecho lógico si observamos la tendencia a expandir su nicho y difuminar las fronteras del género. Me interesa saber tu punto de vista ante el cambio de estilo y de temática con el que enfocas la fantasía. Pasar de dos novelas de cientos de páginas sobre fantasía épica, a Challenger, una novela de difícil clasificación. ¿A qué se debe? Se debe a que soy inquieto y me gustan los retos literarios. Challenger era un proyecto que merecía ser escrito. Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes; es algo que siempre recuerdo cuando tengo una buena idea. Pero tampoco soy tan clásico. Mis novelas de fantasía épica son bastante atípicas en todo caso. En 2008 me pregunté: ¿Akira, mutantes con poderes, clérigos guerreros y elfos alienígenas? ¿Puedo hacer eso? Y lo hice —aunque por circunstancias editoriales se quedó a medias—. Con Challenger pasó un poco lo mismo. Lo malo es que necesito un curso de marketing para vender mis ideas porque cuando las explico siempre provocó un montón de caras raras. Tranquilos, soy más mainstream de lo que parece. La novela se centra más en el enigma cotidiano, en el misterio de lo mundano, que en la propia tragedia del Challenger. ¿Por qué Challenger? ¿Por qué no cualquier otra tragedia televisada? Jovenzuelo, la gente de mi edad recordamos el día en que el Challenger se esfumó en el aire. Escribir algo alrededor de aquel día es algo que necesitaba sacar, fuese como fuese. El plan era utilizar una tragedia generacional que hubiese sido asimilada por la cultura popular, convertida en una verdad absoluta en el subconsciente de todos: el Challenger estalló. Y después contraponer el hecho fantástico. Provocar un pequeño cortocircuito con las verdades absolutas es alimento de la buena magia. Valoré utilizar otras grandes tragedias —WTC es algo que acude a la mente de todos— pero el hecho de un Transbordador espacial que despega, el cénit de aquella escalada capitalista que eran mediados de los ochenta, el personaje de la maestra a bordo… todo jugaba a favor de que Challenger fuese Challenger. ¿Cómo definirías la fantasía desde tu punto de vista, teniendo en cuenta todo lo anteriormente mencionado? Soy bastante académico en ese sentido. Sin embargo, para Challenger, y como ya dije antes, me preparé a escribir sobre un concepto nuevo para mí: lo inesperado. No es realismo mágico y le va de maravilla al fantástico urbano que pretendía dibujar. Aparece cuando la realidad se viene abajo por sus propios medios —que son muchos— y los personajes están indefensos, boquiabiertos y desnudos. ¿Nos podrías contar tus influencias directas para Challenger? Además del propio accidente; películas, autores, novelas… Quiero pensar que he tirado mucho de Carver —y que sigo tirando cada vez que me pongo con un relato—. Y por supuesto, Robert Altman; no sólo en la referencia cinematográfica de Vidas Cruzadas —que siempre me ha maravillado—, sino en la capacidad de los personajes de tomar el timón de la narración y convertirse en motor, a veces escacharrado y caótico, de la novela. La Colmena, de Cela, es un libro que me dejó patitieso hace más de veinte años, así que supongo también hay algo de él aquí; y de la Comedia Humana de Balzac o Italo Calvino; una novela de Geoff Ryman titulada 253 me marcó un poco el camino; Márquez y Cien años de soledad, como no… por Cristina Jurado
Rosa Montero. Narradora. Periodista. Novelista todoterreno. Madrileña de cuna con quince novelas en su haber, tres libros de cuentos infantiles, numerosos relatos e incontables artículos. Si desde sus obras de ficción cuenta lo que imagina, desde sus textos periodísticos cuenta lo que ve, con la valentía de decir lo que en realidad todos pensamos pero muchos no nos atrevemos a decir en público. Hace poco que ha aparecido El peso del Corazón, la secuela de Lágrimas en la lluvia (ambas editadas en Seix Barral), la serie de novelas protagonizadas por la replicante Bruna Husky y ambientadas en el Madrid del S. XXII. Uno de los aspectos más interesantes de la saga de Bruna Husky es su riqueza en referencias: el omnipresente Philip K. Dick (Montero se apropia del personaje de los tecnohumanos o “replicantes”); Larry Niven y su mundo-anillo; Peter F. Hamilton (y la trilogía Void en la que reinos fantásticos se mezclan con sociedades high-tech); y la tradición noir de Raymond Chandler (como en La Ventana Siniestra). Esta abundancia referencial está sólidamente enlazada en una trama que ofrece aventuras detectivescas con mucha acción, conflictos, y escenarios extraordinarios. En realidad, ambas novelas sirven de marco para poner de manifiesto algunos de los males que afectan nuestra sociedad: la xenofobia, la intolerancia ideológica, la identidad del ser humano, etc, y que sobre los que la autora no disimula su interés. Rosa ha tenido la amabilidad de contestar algunas preguntas sobre estas obras, sobre la ciencia ficción en general y sobre su propio proceso creativo. Desde aquí, queremos agradecerle su disponibilidad, a pesar de que se encuentra sumergida en la elaboración de su próximo trabajo. La escritura como aprendizaje Cristina Jurado: Voy a confesarte que tenía ciertos prejuicios a la hora de leer Lágrimas en la lluvia y El peso del corazón. Pensaba que nos encontrábamos ante una autora muy conocida y ya establecida, que se subía al carro de la ciencia ficción y la fantasía ante el éxito reciente de obras literarias (como la saga de Harry Potter o Los juegos del hambre) y cinematográficas (como Juego de Tronos). Estas lecturas me han servido para desmantelar esos prejuicios (¡me está bien empleado!) En alguna entrevista tuya he leído que tus obras de ciencia ficción son las más realistas que has escrito. ¿Por qué te has decantado por la ciencia ficción? ¿Qué te permite hacer este género que no logren otros? Rosa Montero: ¡Jajaja! Mi primera novela de ciencia ficción la escribí hace 25 años.... Se titula Temblor y la publiqué en el año 1991. Es un género que siempre me ha encantado; creo que es una herramienta metafórica poderosísima para hablar de la condición humana. Y además posee, como la novela negra, un vertiente social que me atrae mucho. Para mí estas novelas de Bruna son exactamente igual que cualquier otra novela mía.... Las he escrito con la misma ambición literaria, emocional y expresiva, y además hablan de los mismos temas que el resto de mis novelas. Todos los escritores escribimos siempre sobre lo mismo, sobre una serie de asuntos que nos obsesionan; y escribes sobre ellos para intentar entenderlos, porque no escribes para enseñar nada, escribes para aprender. De modo que en cada novela intentas encontrar una manera nueva de tocar esos temas, una manera más exacta, más profunda y más bella. Y eso es lo que he intentado hacer con mis Brunas. Es simplemente una vía de expresión más, y en mi caso, una vía que me gusta especialmente. CJ: Hay una frase muy hermosa en Lágrimas en la lluvia: “Los androides eran seres solitarios, islas habitadas por un solo naufrago en medio de un abigarrado mar de gentes.” En ambas novelas parece que Bruna es el personaje más “humano” de todos, quizás porque las novelas están escritas desde su punto de vista. ¿Qué significa para ti ser “humano”? RM: Sí por supuesto que Bruna es humanísima.... De hecho, es una figura metafórica de la gran tragedia del ser humano, que consiste en venir a este mundo con tantas ganas de vivir, con tantos deseos y tantos sueños, y estar sin embargo abocado a una muerte siempre demasiado temprana, injusta, absurda, impensable, irracional. La muerte no nos cabe en la cabeza. Y mi Bruna, en efecto, es un personaje humanísimo en todo, en sus sueños y sus deseos y sus miedos y su rabia y su inseguridad y su coraje y sus contradicciones. Creo que es el personaje más poderoso que jamás he escrito y desde luego es el que a mí más me gusta. Por cierto, Bruna es además literalmente "humana". Quiero decir que, en la ficción, tú puedes dotar de humanidad a cualquier cosa; Pinocho es tremendamente humano, por ejemplo, y es de madera. Pero es que además dentro de mis novelas Bruna es "humana", o casi. Quiero decir que no es un robot; es un androide orgánico, en realidad es un clon madurado aceleradamente. O sea que mis reps son humanos, aunque hayan sido manipulados genéticamente. CJ: Al hilo de la pregunta anterior, me gustaría tratar tu proceso de creación. Decidiste que las novelas se narren desde el punto de vista de Bruna, pero no en primera persona. Me gustaría conocer las razones de esa decisión así como saber cómo planteas la elaboración de la historia (si utilizas fichas para los personajes, cómo te documentas, si creas croquis con líneas de argumentos para ayudarte en el proceso, etc.) RM: Sí, como sabes cada escritor tiene su método. Yo suelo tardar unos tres años en escribir una novela (aunque estoy intentando tardar menos porque soy muy mayor y no me queda tanto tiempo, jejeje) y la mitad de ese tiempo lo paso desarrollando la historia en la cabeza y en cuadernitos. Cuando ha pasado el primera año o año y medio, y ya tengo toda la historia en la cabeza y en mis notas, hago una serie de organigramas de la novela, grandes cartulinas con el mapa del libro, o con diversos mapas, diversas maneras de organizar los materiales, planos diferentes y tentativos del libro, por así decirlo. Cuando ya sé cómo va a ser, que va a tener 45 capítulos y lo que va a suceder en cada uno, me siento al ordenador y empiezo a escribir, y en el año y medio siguiente la novela termina teniendo 62 capítulos y un personaje que tenía que llegar hasta el final se muere a medio camino, jajaja.... O sea que la novela es una criatura viva hasta el final. Y la voz narrativa.... es una de las cosas que se me ocurren primero. Escuchas cómo suena el libro en tu cabeza. Y creo que ese narrador omnisciente es un acierto.... Aleja lo suficientemente a Bruna, que si no sería demasiado abigarrada, demasiado intensa, y permite la ambigüedad y el misterio. “Sin esa imaginación, la existencia sería invivible” CJ: En El peso del corazón Bruna viaja al Reino de Labari, una teocracia medievaloide fuertemente jerarquizada instalada en una colonia exoplanetaria que orbita la Tierra. ¿Qué referencias utilizaste para crear este Reino? ¿Habrá viaje al Estado Democrático del Cosmos en la siguiente entrega? RM: Uno de los temas siempre presentes en mis libros es el del fanatismo. Tengo una novela titulada Historia del Rey Transparente que sucede en el siglo XII y que trata exactamente de lo mismo.... sólo que ahí el fanatismo criminal y carnicero está representado por la primera inquisición, creada contra los cátaros. Labari no es más que una nueva versión de esa obsesión. Y el dogmatismo y el fanatismo forman parte de la esencia del ser humano, por desgracia, y han existido desde siempre. Así que me he inspirado en la condición humana. Te recuerdo que Labari ya aparecía en la primera novela, y empecé a escribir Lágrimas en la Lluvia hace ocho o nueve años.... te digo esto porque ahora se le podrían encontrar ciertos parecidos con el ISIS, pero por entontes el ISIS no existía. Y sí, por supuesto, ¡en la próxima novela iremos a Cosmos! CJ: A lo largo de las novelas tratas una serie de temas recurrentes, desde el miedo a la muerte, hasta la xenofobia y la memoria. Reflexionas extensamente sobre esta última y es algo que me ha llamado mucho la atención. A veces, tengo la sensación de que Bruna tiene una actitud ambivalente con respecto a ella: la detesta porque sabe que sus memorias de infancia son ficticias, pero venera los recuerdos de Merlin, su amado desaparecido. Por otro lado, las memorias de Bruna son las de Norpal, lo que hace que sea una androide única. Si nuestros recuerdos no son más que una narración ficcionada de nuestro pasado, invenciones que creamos para no sentirnos tan solos ante los acontecimientos ¿no es la memoria la más creativa y necesarias de nuestras capacidades? RM: Estoy completamente de acuerdo contigo, pero lo que es creativo y necesario para nosotros no es la memoria, sino nuestra imaginación, que es la que se inventa esa memoria. Sin esa imaginación que reescribe nuestro pasado y da una apariencia de orden al caos de la vida, la existencia sería invivible, puro ruido y furia, como decía Shakespeare. Epicteto decía: :”lo que afecta al ser humano no es lo que le sucede, sino lo que se cuenta sobre lo que le sucede”. Ese cuento salvador es la memoria. CJ: Me ha interesado tu utilización de los tatuajes de poder como objetos rituales que controlan el comportamiento. ¿En qué te inspiraste para crear este concepto? RM: Pues no tengo ni idea. Las cosas vienen a tu cabeza aparentemente salidas de la nada, son como sueños que sueñas con los ojos abiertos. Yo tengo tatuajes y me gustan, será por eso. CJ: Por último (y a pesar de que podría hacerte muchas más preguntas) ¿de qué autores crees que has aprendido más y por qué? RM: He aprendido de todos, absolutamente de todos, los buenos y los malos, porque de los autores que no te gustan también aprendes. Pero en fin, por ser más concreta en estas novelas de Bruna hay dos autoras cuya influencia es más consciente: Ursula K. LeGuin y Patricia Highsmith. |
Archives
July 2022
Categories |