No Ficción
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Cristina Jurado Cuando alguien incluye en su biografía la palabra “experimental”, abre la puerta a que se le atribuyan conceptos como “poco ortodoxo”, “difícil” o “inaccesible”. Sin embargo, autores como Sofía Rhei (Madrid, 1978) consiguen que “experimental” revierta a su carácter más creativo, esto es, ser sinónimo de una “búsqueda incesante” en el universo propio. Sofía es escritora, traductora y poeta, además de muchas otras cosas, porque su capacidad para desenvolverse con soltura en las artes –es Licenciada en Bellas Artes- la espolea para inventar e ingeniar sin cesar. Sus poemas habitan las páginas de numerosas publicaciones y ha participado en diversos festivales de creación. Además de colaborar en antologías poéticas, y coordinar alguna que otra, su obra poética ha viajado por el mundo vestida de inglés, francés, portugués, gallego, italiano, japonés, ucraniano y esloveno, y ha sido reconocida con el premio Javier Egea. Con más de una treintena de títulos en su haber, en su mayor parte infantiles y juveniles, aún tiene tiempo para impartir charlas, talleres y sesiones de animación a la lectura en colegios e institutos. Los relatos forman parte importante de su trayectoria literaria y siente predilección por la ciencia ficción y fantasía oscura, como lo demuestran los publicados en las revistas Casatomada, Calle 20, Presencia Humana, SuperSonic y en las antologías Más allá de Némesis, Crónica de Tinieblas, Retrofuturismos, Terra Nova y Alucinadas. Ha sido finalista de los premios Rhysling y Dwarf Stars por su microficción de género, gracias a las traducciones de Lawrence Schimel. Con Róndola (Minotauro, 2017), su primera novela para adultos que transcurre en un mundo en forma de rosquilla, ha conseguido alzarse con el premio Celsius, otorgado por la Semana Negra de Gijón. Cristina Jurado: Tu versatilidad como autora ha quedado de manifiesto en el último año con la publicación de tus novelas: Róndola (Minotauto), una historia de aventuras con protagonistas femeninas que utiliza la fantasía féerica para explorar la identidad, las convenciones sociales y los tabúes relacionados con el sexo, entre otras cosas; y Espérame en la última página (Plaza y Janés), en la que una mujer se reconstruye a través de los libros después de sufrir una dolorosa ruptura amorosa. ¿Cómo eliges tus proyectos? ¿De qué forma tus comienzos como autora de literatura fantástica te han servido para abordar otros géneros? Sofía Rhei: Los géneros especulativos y los líricos son los que más me interesan como lectora. A veces tiendo más a lo oscuro y a veces a lo humorístico, pero lo que busco en un texto es su voltaje metafórico, ya sea en lo macro (desde el argumento, como sucede tan a menudo en la buena ciencia ficción) como en lo micro, o mejor dicho, formando parte de la misma textura del lenguaje (poesía, narración lírica). Me fascinan Rachel Pollack, Lisa Tuttle, Elizabeth Hand, Steven Millhauser, Douglas Adams, Diana Wynne-Jones. Mervyn Peake... Por otra parte, comprendo que no soy una lectora representativa, y, como escritora, de vez en cuando me doy el capricho de hacer relatos barroco-pirotécnicos. Sin embargo pienso que la función de la literatura, al final, es la comunicación, y busco un estilo que tienda a facilitarla. Especialmente cuando escribo para jóvenes. Trato de hacer los textos todo lo entretenidos de lo que soy capaz, porque siento la responsabilidad de mantener al lector en el libro. Y cada vez tenemos que competir con formatos más sintéticos, más rápidos, interactivos y multisensoriales. Escojo mis proyectos buscando el equilibrio entre lo que creo que tendrá una salida comercial y aquello que me apetece escribir. No siempre consigo un balance al 50%. A menudo propongo ideas a editores y veo que ponen caras muy raras. Supongo que si fuera multimillonaria solo escribiría humor weird con temas utópicos desde mi casa árbol de tejado puntiagudo. Pero estoy contenta de poder sobrevivir con las cosas que escribo, y de que muchas de ellas tengan elementos fantásticos. Me siento afortunada, me resulta emocionante recibir mensajes de lectores que han empatizado con determinados personajes o situaciones. Creo que este es el siglo de la interactividad, en el que el “yo” del autor es cada vez menos relevante. Ya no estamos en la época en la que alguien que se sentía iluminado buscaba hacer llegar su visión del mundo a lectores pasivos. Mis metas personales para los próximos años son hacer una novela larga de sociología-ficción y otra de lo que podríamos llamar realismo mágico con toques greenpunk. Todo con brujas dentro, por supuesto. A ver en qué acaban... CJ: En el marco de la Semana Negra de Gijón se te concedió el Premio Celsius 2017 a la mejor novela de fantasía y ciencia ficción por Róndola. Eres la segunda autora en conseguirlo, después de Elia Barceló, y una de las pocas autoras, si no me equivoco, en ser considerada para este galardón. ¿Qué ha supuesto este reconocimiento? ¿De qué manera crees que ha afectado a la visibilidad de las autoras de literatura de género en nuestro país? SR: Por los datos que tengo, el autor de fantasía más vendido en la historia de nuestro país es una mujer. Ahora mismo, Iria y Selene sobrepasan ampliamente a la mayor parte de autores varones de este género. No creo que sea acertado descartarlas del mapa global de la situación porque escriban novela juvenil. Hay fantasía original para adultos, en grandes sellos, de Maite Carranza, Nerea Riesco, Aranzazu Serrano, Virginia Pérez de la Puente, María Zaragoza, Victoria Álvarez... Esto es solo las punta de un iceberg muy nutrido, con autoras que comprenden muy bien la interacción con sus lectores, como Gabriella Campbell. Estamos en un momento nefasto respecto a la venta de libros, y sin embargo, el lector de género empieza a no dar abasto con la producción nacional, lo cual es una noticia excelente. Habrá que ver cómo se van imbricando estas dos realidades; personalmente espero que el libro digital despegue en géneros diferentes a la novela romántica, algo que podría mantener escribiendo a no pocos autor@s que ahora mismo trabajan por amor al género. Supongo que esto solo puede suceder si se produce un cambio de mentalidad tanto de lectores como de editoriales respecto al soporte electrónico y al pago por descarga. Entre las autoras de mi generación, me interesan especialmente Laura Fernández, que consigue publicar géneros híbridos desde sellos literarios de grandes grupos, lo cual tiene un mérito asombroso, y Tamara Romero, que va autoeditando sus maravillosas novelas breves en alternancia con publicaciones en sellos independientes de alta calidad. En ambas valoro mucho la capacidad de sorprender al lector y la libertad de ignorar completamente esos estereotipos argumentales que tan monótonos se han vuelto. Respecto a la ciencia ficción, me gusta mucho el ambiente casi de organización criminal que se ha producido en torno a Alucinadas. Es una gozada formar parte de un grupo tan abierto a la comunicación. Ojalá haya muchísimas más entregas del certamen. La aparición de Cerbero y el anuncio de que Sportula publicará novelas cortas también son un tremendo incentivo para la producción de ciencia ficción escrita por mujeres. Ya empezamos a tener un abanico de estilos: la voz más hard de Felicidad Martínez, la más realista, pero impregnada de las grandes preguntas de nuestros géneros, de Susana Vallejo; el enfoque escéptico y racionalista indignado de Nieves Delgado, casi opuesto al aparente nonsense, tan liberador, de Laura López Alfranca; la escritura visceral de Cristina Jurado, el humanismo queer de Lola Robles, el thriller médico futurista de María Angulo, el weird literario de Marian Womack, el erotismo espacial de Rocío Vega... y Conchi, Layla, Yolanda, Carmen, Gloria, Miriam, Maria Antònia, Iulia... ¡todo lo que nos queda por ver! Es importante que empiece a haber especialistas universitarios en géneros especulativos que le dediquen atención a la obra de mujeres, como Sara Martín y Teresa López Pellisa. Otro de los puntos de inflexión capaz de abrir puertas a la presencia femenina en el género es el trabajo de personas que promueven activamente nuestras historias en el mercado anglosajón: Sue Burke, Lawrence Schimel, Marian y James Womack, Cristina Jurado, Ian Whates, Arrate Hidalgo... Tenemos la suerte de contar con “madres” extraordinarias dentro de las literaturas de lo imaginario: Fernán Caballero, Emilia Pardo Bazán, Ana María Matute, Gloria Fuertes, Carmen Martín-Gaite, Cristina Fernández Cubas, Pilar Pedraza. Elia Barceló, Rosa Montero... El hielo ya está roto, ahora solo queda navegar. CJ: ¿Por qué crees que no eres una lectora representativa? SR: Tengo gustos minoritarios. Disfruto con las antologías temáticas de relatos, con los géneros híbridos, la metaliteratura, el humor, los libros estacionales de Halloween o de Navidad... muchas de esas cosas les ponen los pelos de punta a los editores. Afortunadamente otras que antes eran raritas, como los protagonistas homosexuales, van siendo cada vez más frecuentes. CJ: En Espérame en la última página abordas el efecto terapéutico de los libros, más desde el punto de vista del lector. ¿Crees que escribir tiene también efectos terapéuticos en el autor? SR: Supongo que sí, claro. A mí la lectura me ayuda a sosegarme, ya que soy de temperamento nervioso. Escribir me sirve menos para eso, ya que es necesaria cierta tensión para generar cosas y hay que estar pendiente de que todos los cables encajen entre sí. Pero sacar cosas de dentro ayuda mucho a hacer trabajo psicoanalítico individual, y a comprenderse a sí mismos y a otros, exactamente igual que una lectura atenta. Lo que pasa es que en este caso lo que estás leyendo es a ti misma. CJ: Me llama la atención que en muchos de tus relatos -estoy pensando en “Tetch” de Alucinadas, “informe de aprendizaje” en Alucinadas2, “El crujido de la cereza al romperse” de SuperSonic #1 o “You cannot kill Frownyflute!” de Supersonic #6- Eurocon)- exploras temas relacionados con el lenguaje. ¿A qué se debe este interés por el lenguaje como elemento fantástico? SR: De adolescente leía a Borges, Aymé, Cortázar, Queneau, Calvino, Pirandello, Bradbury... uno de mis libros obsesivos siempre ha sido La historia interminable. Colecciono libros en los que el soporte se mezcla con el mensaje. Además, es uno de los grandes temas de la ciencia ficción, y por un buen motivo, ya que el lenguaje es una de nuestras interfaces con la realidad y estructura el pensamiento. Supongo que eso me ha llevado a escribir varios relatos alrededor de este tema, o bien utilizando como pretextos a algunos de mis escritores preferidos; creo que ya tengo una docena. Algún día me gustaría sacar una colección con este material. CJ: ¿Relatos o novelas? SR: Como lectora, depende de cada momento. A veces me apetece poesía, a veces ensayo. Me gusta mucho leer relatos y tengo una buena colección. Me gustan mucho Cortázar, Kelly Link, Roald Dahl, Anna Maria Shua... Como escritora, hay un abismo comercial entre las posibilidades de un relato o colección y las de una novela, así que el relato lo escribo por placer, e incluso necesidad, a veces, cuando me sale humo por la cabeza de ganas de contar alguna historia que parece pedirme ese formato. Por tanto, en los relatos soy mucho más libre que en los formatos que deben ceñirse a una estructura concreta, y resulta liberador. Con esto no quiero decir que no me guste escribir novelas, ya que precisamente una de mis partes preferidas es la estructuración e interconexión de las tramas. Pero es un trabajo que tiene más componentes técnicas. CJ: Siempre me ha interesado el proceso creativo de los autores y autoras que entrevisto. Me gustaría que detallaras cómo desarrollas un proyecto, desde que la primera idea surge hasta que entregas el manuscrito. SR: Tengo un verdadero caldo primordial de ideas, que se van combinando y evolucionan hasta que veo claro cuál puede convertirse en un relato o novela. Tanto en el ordenador como en cuadernos y carpetas tengo más de un centenar de proyectos empezados, y cada vez que tengo una idea o parte de una idea que puede encajar en uno de ellos, la clasifico adecuadamente. En este sentido tiene razón Orson Scott Card cuando, en su manual para la escritura de género, dice que una novela surge cuando dos ideas se pueden combinar entre sí. Una sola no suele ser bastante, y, desde luego, no todas encajan con todas. Supongo que en mi caso hay una parte fuerte de intuición: no “decido” qué escribir, sino que de algún modo cuando una de esas combinaciones adecuadas aparece, “sé” que debo escribir eso. CJ: ¿Hacia dónde ves encaminarse la literatura de género a nivel mundial y más específicamente en nuestro país? A nivel internacional, parece que la ecología va aumentando su presencia en el género, algo que considero necesario. La ciencia ficcion fue pionera en alertar sobre problemas de sostenibilidad y cambio climático, y sigue cumpliendo esa función en estos momentos en los que la situación se va agravando tanto sin que parezcamos darnos cuenta. En tanto que frikis, no nos hacemos caso a nosotros mismos. El panorama de grandes premios de habla inglesa está cada vez más diversificado, lo cual es una noticia excelente. En nuestro país, las pequeñas y medianas editoriales hacen un esfuerzo tremendo por dar voz a numerosos autores con propuestas de lo más variado, y los lectores de género están cada vez más movilizados. Sin ese sustrato es imposible que lleguen a existir obras mayores, porque un autor se construye poco a poco, dentro de un contexto vivo que le compense económica y socialmente, como lleva sucediendo en Estados Unidos desde los años 40. Sin embargo, en España, las ventas medias de una novela de fantasía para adultos rara vez superan los mil ejemplares, y de la ciencia ficción mejor no hablar. Creo que nuestras novelas y relatos solo podrán ir ganando nivel si el techo de ventas del género sube varias veces. CJ: ¿De qué manera crees que las nuevas tecnologías han influido en la relación entre autor y lectores, y entre las editoriales y su público? SR: La han revolucionado totalmente, en algunos aspectos para bien, y en otros para mal. Actualmente, las editoriales buscan más proyectos con personas con una fuerte presencia en redes sociales que con escritores que no la tengan. Por otra parte, la comunicación directa mediante tantos canales, en tiempo real, es algo que nunca había sucedido, y es fantástico poder estar al corriente de las actualizaciones de nuestros escritores internacionales preferidos. CJ: Imagina que tienes una varita mágica ¿Qué cambiarías en la industria editorial española? SR: Me gustaría que las editoriales redujeran drasticamente el precio del libro electrónico y que los lectores hicieran un consumo responsable de este. Y, puestos a pedir, que se publicaran más libros de humor. CJ: No puedo dejarte marchar sin preguntarte por tus proyectos futuros. ¿Qué será lo próximo que salga de tu pluma que podremos disfrutar? SR: Probablemente será un libro de microrrelatos de fantasía oscura.
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