No Ficción
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Por Cristina Jurado Los asistentes al próximo festival Celsius2019 tendrán la oportunidad de conocer en persona a Tade Thompson, un autor británico de origen Yoruba, cuya última novela, titulada Rosalera, acaba de ser publicada por Runas, con traducción de Raúl García Campos. Finalista a los premios John W. Campbell, esta obra ya pareció en 2016 en la lista de lecturas recomendadas de Locus. Making Wolf, su primera novela, lo dio a conocer a nivel internacional en 2015, al ser galardonada con el Kitschies Golden Tentacle y, cuatro años más tarde, se están negociando los derechos para adaptar a la pantalla su novela corta The Murders of Molly Southbourne. Tade (pronunciado tal cual se pronuncia en español), vive en la costa sur de Inglaterra y dice ser adicto a los libros, el arte y el jazz. Conocí a Tade en 2015 cuando seleccioné su relato «Child, Funeral, Thief, Death» en el número 76 de la revista norteamericana Apex, que tuve la fortuna de seleccionar como editora invitada. Ya entonces me impactó su imaginación y su facilidad para tejer historias poderosas, capaces de sorprender, al tiempo que resultan extrañamente familiares. A raíz de la publicación el año pasado de mi pequeña colección de cuentos en inglés, Alphaland, Tade fue muy generoso y aceptó leer y escribir un blurb. Yo, hace poco, tuve el placer de devolverle el favor, escribiendo un blurb para Rosalera. Me gustaría destacar que, además de un estupendo autor de ciencia ficción, fantasía y terror, Tade es una persona de gran corazón, cuyos consejos me han resultado muy útiles a nivel profesional y personal. He aquí la entrevista que pergeñamos hace unos días. Cristina Jurado: Rosalera es tu segunda novela, siendo Making Wolf con la que debutaste. Tu primera novela, según tengo entendido, es una novel negra sobre alguien que regresa a África Occidental y pretende que es un detective de la policía en el Reino Unido. Tu segunda novela es un bio ciber-thriller sobre un ladrón que termina convertido en un arma del gobierno, investigando un tipo de epidemia mortal. ¿Por qué te atrae tanto la novel negra? Tade Thompson: Mis hábitos de lectura son muy amplios, y la narrativa noir es es la segunda que más me gusta. Tengo la sensación de que los thrillers son un tipo de obra que nunca envejecerá; mientras que puede decirse que lo sobrenatural (o los aliens) nunca va a manifestarse, la violencia, el crimen y la cara oscura de la naturaleza humana siempre estarán con nosotros. El llamado “humano sabio” (el homo sapiens) tiene facilidad para auto-arruinarse, algo que las novelas negras pueden capturar, especialmente en lo que respecta a lo estético. CJ: Eres psiquiatra y has estudiado antropología social. ¿Qué ha aportado esta formación a tu manera de desarrollar tu escritura? TT: Mucho, pero mi formación no me convierte en alguien especial. Estos dos campos tratan sobre aspectos de la naturaleza humana: una enfocada los individuos y, la otra, a los grupos. En lo que respecta a la escritura, observar y comprender lo que hace la gente y por qué es tan importante como cualquier otra aptitud. Cualquier escritor puede hacerlo. No debemos olvidar que este tipo de ciencias nació de la sabiduría popular. CJ: Como hijo de emigrantes viviendo en Reino Unido, para después mudarse a Nigeria, debió de ser duro ajustarse la vida en esos lugres tan diferentes. ¿De qué manera crees que esas experiencias han influido en tu obra? TT: No fue difícil adaptarse, porque el trabajo de mi padre necesitaba que viajáramos mucho. Los niños se adaptan. Aprendes muy rápido a distanciarte de un sitio y a aclimatarte a otro. Te deja, sin embargo, un sentimiento persistente de alienación, esa idea de que tu hogar no está en ninguna parte, la voluntad y capacidad para marcharte sin aviso previo. Todo esto forma parte de mí y todo lo que yo soy afecta lo que escribo. CJ: Volviendo a Rosalera, la premisa es muy interesante: un objeto extraterrestre llega a Nigeria y un ciudad crece a su alrededor. Lo que es fascinante es el efecto de este objeto, esta cúpula, en la gente que vive cerca de ella y las consecuencias de esta interacción. ¿De dónde surgió esta idea? TT: Siendo tú misma escritora, sabes cómo funciona esto: la mayoría de las ideas par historias son como blandiblu en la imaginación. Piensas en un concepto como el de los sanadores cristianos fundamentalistas, lo unes a los nuevos informes sobre los gemelos siameses que son capaces de compartir el pensamiento, añades al guiso documentos desclasificados de la CIA y, en alguna de estas, tendrás como resultado Rosalera. CJ: La panoplia de personajes es uno de los aspectos que más me gustan del libro: Kaaro, que es tan poco fiable y tan despreocupado; Layi, tan extraño y simpático; Aminat, reservada y práctica; Femi, tan eficiente y sin tiempo para tonterías: Bola, cálida y prisionera de su pasado… ¿Puedes contarnos cómo construyes tus personajes? TT: No sigo un único método. Algunos personajes se basan en grupos de características de personas que ya conozco y los creo a partir de ahí. Otros nacen cómo quiero que actúen en la narrativa, y los construyo desde esa premisa. Puesto por una narrativa fluida y hago lo necesario para mantenerla así. Dicho esto, no empiezo ninguna historia larga sin tener los personajes principales bien delineados. A veces, a mi imaginación llega un personaje totalmente formado como Molly Southbourne, en The Murders of Molly Southbourne. CJ: La idea de un objeto o seres alienígenas que influyen en la naturaleza, así como en la condición física y emocional de los humanos con los que se encuentran, no es algo nuevo. Lo hemos podido ver recientemente en Aniquilación de Jeff VanderMeer o incluso Binti de Nnedi Okorafor. Para mí es un forma muy interesante de abordar los efectos del colonialismo en culturas diezmadas por el ansia de recursos de Occidente. ¿Crees que esto se refleja de alguna manera en el libro? TT: Creo que mi perspectiva refleja ser africano y vivir en Inglaterra y que esto, por lo tanto, siempre se dejará ver en mi obra. Todo lo que escribo, incluyendo estas respuestas, estarán impregnadas con los efectos del colonialismo. ¿Por qué, por ejemplo, no escribo en Yoruba? ¿Por qué los días de la semana no se nombran a partir de mis dioses ancestrales? Todo está conectado. CJ: La xenosfera, es un concepto especialmente fascinante. Me gusta la mezcla entre la biología y la tecnología que propone, y creo que has encontrado un solución elegante para reconciliar ambos aspectos. ¿Fue difícil concebirlo? TT: No fue difícil concebirla pero me tomó tiempo perfeccionarla. Diría fue un proceso meticuloso. El nombre original era «psicosfera» o algo así. Mi proceso de escritura es muy iterativo, con un idea básica primordial que se va refinando despacio en su forma final. Además de eso, estoy certificado en tecnologías de la información y la comunicación aplicadas al trabajo vía Internet. La xenosfera incluye aspectos de una red básica TCP/IP, superpuestos a una conexión de tipo micótico. Sin embargo tenía que ser parecido a los nudos neuro-sinápticos porque, si no, no sería capaz de alcanzar el sistema nervioso central del ser humano. CJ: La degeneración que experimentan los sensitives es, de alguna manera, una manera de mostrar cómo el uso incontrolado de un cierto tipo de tecnología puede tener efectos catastróficos en la gente. Pienso que ahí reside el potencial de la ciencia ficción: nos ayuda a reflejar, no ya en lo que nos podemos convertir, sino lo que somos. ¿Esto es algo que te preocupa? TT: No estoy seguro de estar totalmente de acuerdo sobre es interpretación sobre la suerte que corren los sensibles, pero quiero decir algunas cosas sobre el poder de la ciencia ficción. No creo que la CF y la fantasía sean tan potente como podrían o como un vez fueron. El empleo recursivo de tropos sin invertir en los personajes y sin intentar nuevas fórmulas ha debilitado el género como el organismo atrapado en un acervo genético muy superficial. Me refiero tanto a la forma como al fondo. Estoy de acuerdo en que la ciencia ficción, incluso cuando es muy futurística, refleja lo que somos hoy pero, aquello que no cambia, termina por desaparecer, y el reflejo pierde todo su significado. Los pequeños sellos están haciendo una labor extraordinaria, pero no tienen el alcance que merecen. Las grandes editoriales sí tienen ese alcance pero deben mantener su audiencia, por lo que no pueden arriesgarse demasiado. CJ: Rosalera es la primera entrega de la Trilogía Wormwood. ¿Dónde nos va a llevar la segunda entrega? ¿Qué deseas conseguir con esta trilogía? TT: El segundo libro se titula The Rosewater Insurrection y sucede poco después de lo acontecido en la última página del primero. Todo lo que puedo decirte es que todo organismo tiene sus enemigos naturales. Y sobre qué quiero conseguir… se trata de dejar algún tipo de huella en la ciencia ficción. No quiero que se hable de The Wormwood Wormwood solo durante el año de su publicación, sino que se hable de ella una y otra vez. Hace poco un estudiante me hizo un montón de preguntas sobre Rosalera para un trabajo que estaba haciendo y eso me encantó. CJ: Me gusta preguntar a los autores y autoras por los aspectos prácticos de su proceso creativo, que es algo que me fascina. ¿Podrías describirlo, desde el momento en que se te ocurre la idea para un historia hasta que presentas el manuscrito final al editor? TT: Ya he mencionado algo al respecto antes: tengo una idea, pienso en los personajes, escribo la primera versión y, después, empiezo el lento proceso de revisión. La penúltima cosa que hago es enviarlo a lectores beta, después de lo cual, realizo una última revisión y lo mando mi editor. CJ: Siento curiosidad por la proyección de la literatura española de ciencia ficción y fantasía en el resto del mundo. ¿Conoces la obra de algún autor o autora en español? TT: Aparte de tu trabajo, que me gustó, he leído ficción en general, como la de Allende. He leído a cubanos como Yoss. No demasiado, me temo. CJ: ¿En qué estás trabajando ahora? TT: En un libro que narra mitología Yoruba.
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