No Ficción
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Cristina Jurado
Lavie Tidhar es uno de los autores más interesantes y originales del fantástico en lengua inglesa. The Guardian ha descrito una de sus últimas novelas A Man Lies Dreaming, como una “obra de arte retorcida” y que será publicada el año próximo en español por la editorial Kailas. Su novela Osama obtuvo el premio World Fantasy en 2012 y , desde entonces, títulos anteriores como la saga The Bookman y posteriores como The Violent Century, Central Station o Art & War siguen haciendo coincidir las opiniones favorables del público y la crítica. Central Station, su última novela publicada, es una experiencia sinestésica, un lienzo en el que cada historia individual forma parte de un conjunto que habla sobre un cruce de caminos, un sitio único en el que las vidas se mezclan, y aparecen ideas originales pero posibles. Este espacio, una estación situado en un Tel Aviv del futuro, está descrito de una manera tan realista que podemos literalmente oler, escuchar y degustar así como ver a los personajes en su ámbito doméstico. El talento de Tidhar es tal que, a pesar de la distancia en el tiempo y el espacio, podemos visualizarnos allí: nuestro futuro no es más que nuestro presente, repleto de elementos especulativos. En este sentido, Central Station es un personaje en sí mismo, influyendo en sus habitantes casi como lo haría el Solaris de Lem. Las diásporas han proliferado a lo largo de la historia de la Humanidad. De alguna manera, ahora estamos siendo testigos de una importante por la enorme cantidad de inmigrantes procedentes de las guerras (siempre ha habido conflictos armados y parece que continuará habiendo). En Central Station, la narrativa de Tidhar se construye alrededor de los resultados de los conflictos: el contante flujo de personas que vienen y van; los soldados mitad máquinas, mitad hombres y su vida después de las guerras; la colonización de otros mundos, etc. La consecuencia de los grandes movimientos de población se deja ver no solo en la expansión de la vida humana por todo el universo sino en la creación de mundos paralelos en el reino digital. La novela, por ello, presenta temáticas que van del ciberpunk al contacto con otros seres inteligentes. La tecnología está presente de manera abrumadora; desde una realidad virtual en la que se puede llevar una vida paralela, y una contante integración en la Conversación (algo así como Internet), hasta los niños genéticamente diseñados, vampiros de datos, robots-párrocos y cyborgs. El autor los reúne en una suerte de pintura impresionista, que se disfruta mejor desde lejos. Siempre he pensado que la prosa de Tidhar posee la intensidad y la potencia de los pintores impresionistas, aunque los temas e ideas que toca sean mayoritariamente expresionistas: con unas cuantas pinceladas de palabras, puede sumergir al lector en un estado intenso, como en un cuadro de Van Gogh, entre el arte descriptivo y los temas expresionistas. Eso es lo que admiro en el arte de Tidhar. Tú, lector, necesitas conseguir este libro y leerlo. Podrás entrever un futuro probable, uno que está más cercano de lo que parece, con todas sus tonalidades de gris; con la inmortalidad y las nuevas enfermedades; con aislamiento y aburrimiento así como nuevas maneras para comunicarnos y entender la realidad; con nuevos tipos de humanos, desde los cyborgs hasta los humanos que viven en simbiosis con aliens y los transhumanos. Después de ser uno de los invitados de honor del último Festival Celsius, SuperSonic ha podido entrevistar a Lavie Tidhar para conocerlo un poco más en profundidad. Cristina Jurado: ¿Cuánto tuviste que reescribir las historias contenidas en Central Station para unificarlas? Lavie Tidhar: Esta es una pregunta interesante. Tienes que tener en cuenta que mi plan desde el principio era escribir una novela “mosaico” (enfatizo la palabra “novela” aquí) que además se inscribe en una larga tradición dentro de la ciencia ficción (piensa en City de Simak o en Lord of Light de Zelazny, etc). Se trata de novelas construidas a partir de “episodios” más o menos independientes que primero fueron publicados en alguna revista. Era algo que soñaba hacer desde hacía tiempo, pero nunca pensé que sería capaz. Eso fue lo que hice pero, una vez acabado, algo no marchaba bien. No terminaba de funcionar del todo y yo no tenía, en términos de edición, la distancia necesaria con el material como para saber qué necesitaba hacer. Afortunadamente, en Tachyon sabían exactamente qué es lo que estaba intentando hacer y fueron los que me ofrecieron el feedback que precisaba. Desde el punto de vista técnico, se trataba de cambiar el orden de las historias para que encajaran mejor, eliminando una historia, cortando otra a la mitad, suprimiendo redundancias, suavizando las transiciones entre los episodios individuales… Fue un proceso muy interesante y me sentí genial. Esto muestra lo importante que es tener un editor, alguien que entienda lo que quieres conseguir y que te proporcione las herramientas las herramientas para hacerlo. CJ: Hace poco mencionaste que dispones de 120000 palabras, un total de 28 historias ubicadas en el universo de Central Station. ¿Planeas consolidarlas todas en una serie? LT: Siempre me ha fascinado la idea de una “historia futura” –creo que fue Heinlein quien acuñó este término- pero lo que más me ha inspirado (y algo que creo que es obvio en mi escritura) es la serie Instrumentality de Cordwainer Smith. Mis historias más “ciencia ficcioneras” comenzaron a encajar en ese mundo, y sentí que podía ofrecer una visión del futuro de la humanidad –uno de los posibles futuro, en cualquier caso- . Central Station supuso la culminación de todo aquello y, una vez que estuvo terminada, comprendí que había terminado de trabajar en aquella versión particular de la humanidad. ¡Fue algo divertido! Si te soy honesto, no estoy demasiado seguro de querer publicar una colección de relatos en este momento. En aquel momento aprendía al mismo tiempo que escribía, y alguna de las primeras historias no son tan buenas, o necesitarían mucho pulido. Pero nunca se puede decir “nunca”… y, para ser exactos, he inscrito mi novela corta Martian Sands y mi novella Cloud Permutations en ese universo, así como una novela que aún no está publicad y que es demasiado extraña titulada Chains of Assembly, así que el número total de palabras que he escrito y que se enmarcan dentro de ese universo debe estar por las 330.000. CJ: La siguiente pregunta está relacionada con tu visión sobre el futuro de la humanidad. Siempre me han fascinado tus historias ucrónicas (Osama, The Violent Century, A Man Lies Dreaming, etc…) y, de una manera extraña, tus historias sobre el futuro también me resultan Historias de un Futuro Alterno. Ya sé que es una idea chocante, ya que el futuro aún no está escrito, pero creo que revistes tus historias con una pátina de credibilidad que las convierte en tremendamente verosímiles, aún cuando hablas del futuro (no sé de qué otra manera explicarlo mejor). Tal vez sean los elementos familiares que incluyes, así como las temáticas. ¿Cómo eliges tus proyectos y el ángulo desde el que los abordas? LT: Central Station fue una manera de hablar de un momento y un lugar reales, en este caso, la zona del sur de Tel Aviv que rodea la estación de autobuses, con su vida real y extraña, y la gente que vive allí, pero a través de la lente distorsionadora de la ciencia ficción. En realidad, creo que una parte importante del libro es casi un prólogo, que permite explicar el aquí y el ahora, y que luego hace una pirueta y se adentra en el futuro. Pero creo que tienes razón en cuanto a que, como en mis otros libros, trato de abordar temas muy reales y contemporáneos. Lo otro que me gustaría decir es que, no se trata tanto de mi visión del futuro, sino de una visión más antigua del futuro, el tipo de visión optimista que se tenía durante la “Edad de Oro” y, al mismo tiempo, teniendo la oportunidad de interrogarlo y re-moldearlo. Mi siguiente proyecto de ciencia ficción será muy diferente porque ahora estoy interesado por temas como la sostenibilidad, por ejemplo. En cuanto a cómo elijo mis proyectos, ¡no los elijo! Central Station me vino porque viví en Jaffa en 2010 y 2011, y porque me sentía muy influenciado por aquella zona de la estación, y su situación en aquello momentos. Por el momento estoy trabajando en varios proyectos al mismo tiempo, pero se trata de encontrar el que, de alguna manera, funcione y me haga perseverar. A veces crees que un libro suena genial, pero no funciona nunca y la idea se queda estancada, nunca llegas a escribirla o, peor aún, escribes un poco y se desinfla… Escribir libros es muy difícil y parece una tarea casi imposible terminar uno. CJ: Has mencionado a Simak y a Zelazny como autores que te han inspirado pero, ¿qué otros escritores fuera de la ciencia ficción han influido en Central Station? LT: Creo que una influencia obvia en Central Station es Miguel Street de V.S. Naipaul, una suerte de mosaico sobre la vida de los residentes de una pequeña comunidad en Trinidad y Tobago. Realmente quería escribir sobre gente ordinaria que se encuentra viviendo en un ambiente “ciencia ficcional” futuro y deslumbrante. Puede que sea algo confuso para algunos, claro, pero no quería escribir sobre héroes y batallas y cosas épicas… ¡Quería escribir ciencia ficción doméstica! CJ: Siempre me ha fascinado el proceso de creación de los escritores. ¿Cómo encaras una nueva historia? ¿Utilizas esquemas, fichas de personajes, etc? ¿Echas mano de lectores beta? LT: No tengo lectores beta, no. Algunas veces soy consciente de las cosas sobre las que quiero conseguir una determinada perspectiva, por lo que le paso mi libro a algún colega pero, generalmente, hago caso de mi propio instinto sobre lo que quiero alcanzar y si el libro en cuestión se acerca lo suficiente o no. En lo que se refiere a los relatos, los escribo y los envío sin más. Con las novelas me he convertido en alguien que planifica. ¡No solía hacerlo! Generalmente, las novelas germinan durante mucho tiempo antes de que las empiece: tuve Osama en mente durante años antes de empezarla, por ejemplo. Algunos libros nunca despegan, claro… Normalmente busco la voz adecuada, pregunto quién cuenta la historia. Una vez que lo sé, lo demás encaja en su sitio. CJ: Eres un autor británico-israelí e incorporas munchos elementos culturales de Oriente Medio en tus historias. ¿por qué crees que hay tanta carencia de ciencia ficción en los países de habla árabe? LT: No me considero una autoridad en literatura árabe, aunque conozco obras de ciencia ficción escritas en esa parte del mundo, en Egipto o Siria por ejemplo. Pero, como sabes, en realidad se trata de un género muy americano. Por eso, aquellos de nosotros que venimos de fuera necesitamos subvertirlo para encajarlo en nuestras propias culturas y perspectivas o… bueno, tenemos que reaccionar a su favor o en su contra, pero lo difícil es metamorfosearlo en algo único. Me encuentro con muchos aspirantes a escritor que solo quieren trasladar sus libros favoritos (o, casi siempre, series de TV). Por ejemplo, quieren tomar Juego de Tronos o una historia de zombies para traducirlo en algo como, digamos “Una de zombies pero en Jerusalem”, ¿entiendes? Y eso no funciona. Tenemos una historia y una cultura tan ricas… y el secreto es profundizar y crear algo original y asombroso.
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