No Ficción
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“Prefiero que lo que hago funcione más bien por contagio, como una infección conceptual”
"La editorial ARISTAS MARTÍNEZ haciendo uso de su derecho de rectificación, y para salvaguardar su derecho al honor, la propia imagen y su justa fama, informa que las declaraciones de Francisco Jota Pérez donde dice, refiriéndose a la editorial antes citada: “Cabe apuntar también (…) que de ninguna de las obras que he señalado hasta ahora he cobrado un mísero céntimo (…)” no son ciertas y que puede acreditar que el mencionado Francisco Jota Pérez sí recibió incentivos a cargo de sus royalties de los responsables de ARISTAS MARTíNEZ." Francisco Jota-Pérez (Barcelona, 1979) es una artista de las ideas y de la palabra. Escritor y guionista, ha publicado antologías como Dionisia Pop! (editorial Grupo AJEC, 2007) y Antifuente (Viaje a Bizancio Ediciones, 2008), novelas como Hierático (AJEC, 2010), Cinco Canciones de Cuna, Orígenes del Lodo, Ciencia Raíz (los tres volúmenes de su “Tríptico Linde” para la editorial Aristas Martínez; 2011, 2012 y 2013), Aceldama (Origami, 2014) y Pasaje a las Dehesas de Invierno (Esdrújula, 2015). A su faceta como escritor de ficción se añade su labor como colaborador en publicaciones españolas especializadas en literatura de género y narrativa experimental, tales como Caldo de Cultivo, Psiquemáquinas, Microcorruptos, Láudano y Prosa Inmortal, que ha complementado con la impartición de talleres sobre psicografía (Asociación Simbólica, 2014 y 2015). Autor asimismo de los guiones de las novelas gráficas La Memoria Invisible (Viaje a Bizancio, 2009) y Antígenos de Gaia (editorial Saco de Huesos, 2011), y los largometrajes Nuestra Amiga la Luna (con el cineasta César Velasco Broca) y Trashumante (con el director Daniel Gálvez), ofrece información de su carrera y sus pesadillas en su blog. Creador de historias íntimas, investigador de maneras de contarlas siendo fiel a sí mismo -sin caer en imitaciones o en modas-, amante por igual de la sonoridad y de los significados de las palabras, domador de signos, escalador de inquietudes y obsesiones… Hay un Xisco, y un Fran, un Jota-Pérez y un JP, aunque no creo que exista un Paco… ¿Quién se esconde detrás de este autor? ¿Qué lo mantiene despierto por las noches? ¿Con qué sueña, si es que lo hace? En una charla que se fue desarrollando a lo largo de varias semanas por aquello tan banal como es la vida corriente, os acerco a uno de los autores más personales, interesantes y con mejor prosa del panorama de la ficción especulativa en español. Más que apelar al lector, infectarlo SuperSonic: Algunos comentan que eres un autor más preocupado por la forma que por el fondo, que las ideas no son tan importantes para ti como la forma de desplegarlas, que apelas a un tipo de lector activo, capaz de realizar algo más que una decriptación pasiva. ¿Qué les responderías? FJP: Que estoy de acuerdo sólo en parte. Sí, es cierto que mi lector ideal es un lector activo, y también que evito en la medida de lo posible la tendencia (para mí, terroríficamente paternalista y empobrecedora) a llevarle de la mano e imponerle mi sentido del texto, pero, sinceramente, la forma y el fondo me preocupan por igual. De hecho, intento no hacer distinciones de grado entre ambas, y hago un esfuerzo consciente por imbricar una en la otra. Que la forma sea parte del fondo, y a la inversa. Sobre todo en las novelas. Todas ellas están cargadas de ideas, conceptos e intuiciones que en el momento de poner por escrito son para mí tremendamente importantes (visceralmente importantes, incluso), y que necesito transmitir; y creo, de manera (también visceralmente) honesta que la forma como las transmito es, si no la única posible, la más eficiente, sin tener que traicionar su complejidad, sus capas de significado y sus matices. Así mismo, hay un componente casi ideológico en este modo de hacer. Creo fervientemente en que a estas alturas históricas en las que nos encontramos, con toda la carga de arte, pensamiento, información, tecnología y creencia que llevamos encima, delegar responsabilidades personales en figuras externas y más o menos abstractas (léase "El Estado", "El Experto", "El Consenso", "El Sentido Común" y etcétera) es un suicidio cultural. Siendo consecuente con esto, lo que pretendo al escribir es que el poder último sobre el texto sea del lector (lo cual, obvio, conlleva una serie de responsabilidades para/con ello), y no del "Crítico", el "Teórico" o siquiera el "Autor". Considero que, a día de hoy, aferrarse a la fórmula de que debe haber un Emisor a un lado y un Receptor al otro, entre los que media un Canal lo más limpio posible, es demasiado limitador y contraproducente. Prefiero que lo que hago funcione más bien por contagio, como una infección conceptual. Que las ideas (y las tramas, los tropos, los memes, la psique de los personajes...) dejen al huésped-Francisco-Jota-Pérez y se instalen en el huésped-lector, quien, evidentemente, posee unas cualidades y características distintas, que la infección debe simbiotizar, o con las que debe resonar, si pretende colonizarlo. Y cada huésped-lector es radicalmente diferente a cualquier otro, así que la infección debe ser robusta a la vez que dúctil, resiliente a toda costa a la vez que plástica, si la intención es que se instale y continúe reproduciéndose aunque sin perder su esencia, su naturaleza de infección, de artefacto vírico conceptual que obtiene sus nutrientes tanto de sí mismo como del imaginario del huésped como del entorno inmediato de éste. SS: A tenor de tu respuesta anterior, ¿defiendes la postura de Roland Barthes de la supuesta “muerte del autor”? (Barthes destaca que la literatura moderna es una superposición de escrituras en la que se da un diálogo de culturas, y es el lector la figura que otorga unidad al texto. “La unidad de un texto no se da en su origen sino en su destino”, dice.) FJP: Ni la defiendo ni la ataco. Estoy bastante de acuerdo con el planteamiento de que un texto pertenezca al hecho cultural y al lector, y que tanto el hecho cultural como el lector hagan con ello lo que les venga en gana o lo que dicten las corrientes más o menos naturales del pensamiento de su contemporáneo. Pero prefiero no verlo en términos de "unidad" o "sentido", sino, como comentaba, de infección. O de condicionamiento. Y también de responsabilidad. No tanto que el texto se "unifique" en su destinatario como que se "incorpore" a él y que éste decida si lo dota de unidad o no, si va a buscarle un sentido o no, si lo incluye (ojalá) en su forma de ver el mundo y de verse a sí mismo o no. Lo cierto es que la mayoría de las veces, lo que busco es causar una impresión sensorial (de ahí que a menudo emplee técnicas más o menos de hipnosis), no-intelectual y, por lo general, de disolución de la linealidad, de lo material y de ciertas lógicas formales, para llevar al lector a un Espacio Interior concreto, vulnerable y sensible, y que él, allí, decida si va a intelectualizar, coagular o dotar de lógica lo que le propongo. O si quiere quedarse sólo con el Espacio, solo en el Espacio. O si prefiere pasar de todo, decretar que lo que estoy haciendo es poco más que un ejercicio masturbatorio y mucha palabrería vacía, y proceder a prestarle su atención a algún otro. Es cosa suya, en cualquier caso. No sé, sin embargo, si eso significa la "muerte del autor". Me obsesionan las mecánicas del mantra, el ritual y los estados alterados de conciencia, y tiendo más hacia esto que hacia la teoría literaria estricta. Creo que, en alguna parte, debe haber alguien que canalice las ideas (que "baje a pescar el pez dorado", como dice David Lynch), dibuje la intencionalidad del acto mágico, proponga aunque sea un esbozo de mapa para el Espacio Interior que se pretende generar o diseñe las formas básicas de la infección. “No diferencio la magia del acto artístico” SS: ¿Qué tiene de mágico el acto de escribir? ¿Y el de leer? FJP: Todo. El acceso a realidades no consensuales, virtuales o discontinuas; la predicción y avecinamiento del futuro vía hiperstición; la inducción de estados alterados de conciencia para la posterior reprogramación de ésta; la evocación y la invocación; el trasvase de la filosofía hacia la praxis y la psicología... No diferencio la magia del acto artístico, sinceramente. SS: ¿De qué manera se activa esa magia de la que hablas? En otras palabras ¿cómo abordas el proceso de creación? FJP: No tengo una forma fija de abordarlo. A veces, sin querer, llega una idea y necesito escribir sobre ella. Otras veces es una imagen que, al meditarla, genera una idea y esa necesidad de ponerla por escrito. Otras, estoy tan inmerso en algún tema que me interesa, o tan afectado por algún suceso concreto, que me impongo forzar la idea y la necesidad... Es difícil de explicar. Porque es difícil racionalizar algo así, que tiene tanto de juego inconsciente como de imposición de una voluntad concreta. Sí que hay, sin embargo, una constante en un punto muy determinado del proceso: al sentarme a escribir, suelo dedicar mucho tiempo a planificar cómo conjugar la idea con la forma como quiero expresarla, y a hacer pruebas al respecto, hasta que doy con la conjunción que me "suena" mejor. No es algo con una duración concreta (una piezas cobran forma y fondo casi de forma automática, apenas un par de horas después de haber empezado a trabajar en ellas, mientras otras me cuestan meses y varios borradores tirados a la basura), pero sí, como decía, una constante. SS: Juguemos al juego de las referencias. Otra constante en las entrevistas a los autores es preguntarles por sus influencias. Me interesa saber qué tipo de actos creativos han dejado o dejan poso en tu trabajo. (En relación a los actos agrupados bajo el paraguas de la literatura, me interesa que destaques los que están enmarcados fuera del género que, a mí, me parecen más representativos y “representa-vivos” que los fácilmente clasificables como ciencia ficción, fantasía y terror). FJP: Mis influencias literarias más básicas y evidentes (los autores a los que siempre vuelvo, en los que me gusta mirarme y que están ahí, en el horizonte de mis aspiraciones), serían Anna Kavan, Doris Lessing, Elfriede Jelinek, William S. Burroughs, Kenji Siratori, Leopoldo María Panero y Juan Eduardo Cirlot. También leo muchísima filosofía, y esto es quizá lo que más influye en mis temas e inquietudes. Para mí, son esenciales las obras de Nietzsche, Vico, Foucault, Deleuze, Guattari, Negarestani, Haraway, Badiou o Negri. Destacaría también la importancia capital que tiene en lo que hago la música (en especial grupos y artistas extremos o experimentales como Neurosis, Sunn O))), Voivod, Scott Walker, Chrome, Ulver, Godflesh...), las artes plásticas (Francis Bacon, Zdzislaw Beksinski, William Blake, El Greco, Kasimir Malévich, Austin Osman Spare, Umberto Boccioni...), el cine (cualquier cosa dirigida por Lynch, Buñuel, Tsukamoto, Velasco Broca, Marker o Carruth) o los videojuegos (Silent Hill, Metal Gear, Splatterhouse, Condemned, Fez, Bioshock...). SS: Antes de pasar a hablar de algunas de tus obras, me gustaría que compartieras con nosotros tu recorrido creativo en su conjunto. FJP: Como casi todo el mundo, empecé a publicar tras el habitual trabajo de "machaca": mandar el manuscrito a todos aquellos sellos que me gustaban y en los que creía que podía encajar lo que hago, acumular notas de rechazo (si acaso alguno de los editores se dignaba a mandar dicha nota) y excusas y todo lo demás... Hasta que AJEC hizo la apuesta y apareció mi primera antología, Dionisia Pop!. Paralelamente, empecé a dar mis primeros pasos en el mundillo del cómic, colaborando con la editorial Viaje A Bizancio, quienes, buscando ampliar su catálogo, inauguraron su colección de literatura con mi segunda antología, Antifuente. Al poco, de nuevo en AJEC (y justo antes de que la editorial quebrase y desapareciese), apareció mi primera novela, Hierático, que, a causa de los peculiares tiempos y modos del mundillo, prácticamente se solapó con la segunda Cinco Canciones de Cuna, ésta en Aristas Martinez, con los que me comprometí a publicar mi Tríptico Linde, el ciclo de tres novelas autoconclusivas que inauguraba Cinco Canciones... Participé en un montón de iniciativas con Aristas, y fueron ellos los que editaron el grueso de mi obra durante los siguientes tres años: el resto del Tríptico (Orígenes del Lodo y Ciencia Raíz); la novela corta Carnaval según San Judas; y la plaquette Supernaturaleza. Hasta que tuve un desencuentro bastante importante con ellos, basado principalmente en mi percepción de que su gusto por la pose, y las ganas de que su labor (entiéndase la suya propia; no la de sus autores o sus artistas, sino la de ellos en cuanto a su condición fantástica de "editores estrella") se aplaudiese en ciertos círculos que tienen más que ver con la promoción, el darse pisto y las puñaladas por la espalda que con la actividad artística, les había llevado al menosprecio tanto de mi trabajo como de mi forma de manejarlo y de manejarme, que poco o nada tiene que ver con lo que ellos pretendían. Cabe apuntar también, aunque no sea determinante más que en lo obvio, que de ninguna de las obras que he señalado hasta ahora he cobrado un mísero céntimo, a pesar de todos los contratos y parafernalia que hubo de por medio. Tras dejar Aristas Martínez (o que Aristas Martínez me dejase a mí, tanto da), tuve la suerte de que en la editorial Origami, con los que ya había colaborado un par de veces, estuviesen abiertos a cualquier propuesta que quisiese hacerles, y de que les encantase la idea de editar Aceldama, quizá lo más arriesgado que he escrito hasta la fecha. Y parecido me pasó con Esdrújula Ediciones, cuyos editores estaban más que familiarizados con lo que hago, y que fueron ellos, esta vez, los que me solicitaron un manuscrito, para acabar publicando mi último trabajo, Pasaje a las Dehesas de Invierno. A día de hoy, y después de, como podrás intuir de lo que acabo de contarte, dar un montón de tumbos y estar enredado en infinidad de malentendidos y dislates, lo cierto es que no podría estar más contento de tener estas dos puertas abiertas, la de Origami y la de Esdrújula, cosa que me permite centrarme en simplemente escribir, que al fin y al cabo es lo único que quiero y sé hacer. Todo esto, sin embargo, sólo atañe a la publicación de mis libros, de mi obra larga. Suelo participar a menudo, con relatos y artículos, en antologías y revistas, y ahí sí que pocas veces, por no decir ninguna, he tenido problemas de ningún tipo. Más bien al contrario; en la mayoría de revistas y fanzines con los que he colaborado (bien por encargo, bien por iniciativa propia), he acabado cada vez topando y tratando con autores, editores, ilustradores y demás, de lo más inspirados, inspiradores, activos, concienciados, generosos y amables. Siempre, siempre, siempre es un placer. En cuanto al tema de las acciones promocionales... No sabría bien qué decirte... Aunque entiendo lo necesarios que resultan, soy alérgico a la publicidad y al marketing. Es algo visceral y que no me apetece analizar demasiado. No de momento. Claro que procuro informar de mis publicaciones en las redes sociales y en mi blog, procuro hacer presentaciones de los libros y prestarme a entrevistas, pero todo lo que vaya más allá se me escapa. No es que no lo entienda, es que no quiero entenderlo. Como he comentado ya antes, gran parte de lo que hago tiene un fuerte componente ideológico, y en esa ideología propia el rechazo a las estrategias y perversiones de la publicidad ocupa un lugar bastante importante. Quizá suene contradictorio, o ingenuo, pero es lo que hay. “Es un gran momento para el género” SS: En tu anterior respuesta, has esbozado tu trayectoria profesional en cuanto a narrativa se refiere. Me gustaría que profundizáramos en ella. Llegué a Orígenes del lodo de una manera poco ortodoxa, después de haber leído Aceldama y tras haber tenido contacto con algunos relatos tuyos. Confieso que me sorprendí mucho: no tenía ni idea de que se estaba haciendo este tipo de narrativa en español. Notaba ya entonces una inquietud por contar historias de género que no fueran meras imitaciones de lo que se estaba haciendo en otros mercados como el anglosajón. También veo una evolución en tu carrera hacia temas más introspectivos. ¿Cómo describirías la evolución de tu estilo? ¿Podemos hablar de un estilo FJP? FJP: ¿Estilo FJP? No sé si iría tan lejos como para describirlo así. Me gusta el tópico de la "voz literaria", y me gusta pensar que he dado con la mía y que ésta, con el tiempo, se va haciendo más exclusiva y reconocible. Poco más que eso. Y me parece curioso lo que comentas sobre volverme más introspectivo. Lo que hago siempre ha tenido mucho de sacarme cosas de dentro, de exorcizar por sublimación temas e inquietudes. Cinco Canciones de Cuna, por poner el ejemplo para mí más obvio, fue una forma de gestionar mediante el acto artístico el montón de sentimientos contradictorios y revelaciones aterradoras que me asaltaron cuando fui padre por primera vez. O el mismo Orígenes del Lodo, que escribí durante una época de mi vida especialmente difícil y hostil y que me sirvió de contenedor y expositor de la depresión que estaba padeciendo y los traumas que se me habían enquistado. Lo que pasa, a mi modo de ver, es que en los últimos años me he vuelto más "local". Cada vez me interesan más las dinámicas e implicaciones psicogeográficas, la relación del cuerpo y la psique con el territorio, y tiendo a acotar ahí lo que estoy haciendo. Esto me ha llevado, quizá, a aprender a tener la mente más clara, o al menos lo suficientemente clara como para percibir, traducir y codificar la multitud de componentes transarmónicos que se esconde en los detalles y en el tejido conjuntivo entre éstos, más que en los grandes hechos dramáticos o los temas universales. En cuanto a la evolución de mi estilo... Es otro asunto complicado de tratar. Yo me lo explico a mí mismo como que el hecho de escribir está absolutamente incorporado a mi vida, y ya que creo fervientemente en que uno debe estar en evolución personal continua, siempre aprendiendo trucos nuevos y descubriendo y dejándose maravillar por lo que surja, es algo natural que su arte se desarrolle en paridad con esto. Hacer una descripción explícita de esa evolución, por tanto, sería demasiado complejo y extenso (y aburrido, me temo), pero sí podría reseñar aquí la progresión de ciertos elementos más o menos clave, más o menos característicos en mi prosa, como el retorcimiento y el juego con el lenguaje para provocar algo así como un efecto hipnótico y de inyección subliminal en el lector, que era algo que empecé a hacer por pura intuición, por experimentar, en varios de los relatos de Antifuente y en Hierático (que incluso incorporaba el mismo juego a la trama, presentando un "artefacto neurolingüístico extraterrestre" que el protagonista debía buscar, y que en definitiva no era más que una técnica para que la Ficción afectase a la Realidad) y, al poco, después de haber estudiado Programación Neurolingüística, se convirtió en una herramienta de la que soy plenamente consciente y que he ido refinando (o eso espero) libro tras libro. Otro de estos elementos serían la musicalidad creciente y el acercamiento progresivo a formas poéticas, que eran prácticamente inexistentes en mis primeras obras. Como te comentaba en la pregunta sobre las influencias, la música tiene un papel importantísimo en mi vida, tengo tendencia a codificar mi percepción del mundo en términos musicales, y con el tiempo (y gracias a que hoy en día se está haciendo una música maravillosa, de la que quiero empaparme cada vez más) he aprendido a establecer canales entre esta codificación connatural y lo que escribo, permitiendo que aquella se refleje en esto. Y con la música, inevitablemente, llega la poesía. La música no es (sólo) descriptiva sino evocativa, eminentemente sensorial y subjetiva, y el único modo de acercarse mínimamente un texto a los modos musicales es usando los aparatos de la poesía y la forma en que éstos transforman el lenguaje en armas de, valga la repetición, evocación e invocación. Esto, además, tiene mucho que ver con la magia, otro tema que me obsesiona y del que ya hemos hablado. SS: Hablemos de tu obra de ficción, más concretamente a lo más reciente que es Pasajes a las dehesas de invierno. Se puede entender como un artefacto “matrioska”, una obra en la que se superponen muchas otras, como una pintura cubista. ¿Qué es y qué no es Pasajes a las dehesas de invierno? ¿a qué ha dado paso esta novela, o sea, en qué estás trabajando? FJP: Me alegra que compares la obra con una pintura cubista, porque tiene bastante de eso, de voluntad de desligarse de la interpretación, de descomposición del texto en "planos" con sentido en sí mismos pero que interactúan unos con otros y de traducción de la Trama a Experiencia procurando no caer en la abstracción. Yo defino Pasaje a las Dehesas de Invierno como un "romance esquizofrénico". Para mí es, básicamente, una historia de amor esotérica y transhumanista, en un territorio en el que el tiempo se ha disuelto para que presente, pasado y futuro coexistan. Una historia que también funciona como un artefacto de resistencia política, por lo que tiene de invitación a incorporar las mecánicas de la magia, lo esotérico y la filosofía extrema a la vida cotidiana, a recuperar la Alucinación para formular nuestras propias versiones de lo Real, por retorcidas y dolorosas que pueda resultar, como oposición necesaria al totalitarismo embrutecedor en el Discurso General de la Realidad que nos imponen los poderes fácticos, la dictadura económica, la publicidad, la ciencia-mito (que es esa especie de exaltación fanática y oligofrénica de lo científico, de la explicación científica como medida única y superior de todo lo que existe) y el hecho cultural mediocrizado. En un principio quería escribir un relato dedicado única y exclusivamente a mi mujer (incluso consideré que acabase siendo una novela corta que sólo fuese a leer ella), articulado a partir de cierta reflexión sobre cómo nos conocimos ella y yo, nuestro matrimonio, nuestros rituales y el barrio en el que vivimos y que es el ecosistema en el que se ha desarrollado nuestra relación desde los primeros días. En este primer planteamiento, sin embargo, se empezó a colar de forma absolutamente lógica y natural todo lo que por esa fecha estaba investigando sobre teoría de género en paralelo con el transhumanismo crítico y la teoría de la hiperstición. Así, estas investigaciones se sumaron a la cuestión más o menos autobiográfica, que a su vez ya llevaba sumados mis ejercicios de Topografía Profunda (y Sentimental) por el barrio, y todo se coaguló en el primer borrador de "Pasaje..." y en el convencimiento de que ésta era mi siguiente obra larga, más allá de la intención original; aunque aún conserve mucho de ella. Justo después del último borrador y correcciones de Pasaje a las Dehesas de Invierno escribí algunas piezas usando los mismos mimbres de la novela, un poco a modo de pseudo-spin-offs: "Arco de San Severo", que fue publicado en el boletín de Maelstrom; "Espectros e Inductores (óleo sobre tela, 116,6 x 78,7cm.)", que vio la luz en el número 22 de la revista Obituario; y "Ligadura de Prolongación", que apareció en el número 9 de la revista Kokoro. Desde principios del pasado verano me he dedicado a darle forma al concepto de Ocultismo Noumenal, una especie de disciplina filosófico-práctica basada en el Realismo Especulativo, la Ontología Cíborg, el Horror Cósmico, la Magia del Caos y la Topografía Profunda. Y ahora mismo estoy principalmente dedicado a los relatos, a los guiones de Mutilació del pas de ball, la série de cómics de terror que estoy publicando en la revista Deriva, y a tomar notas para la que espero sea mi siguiente novela. SS: Esta pregunta se la realizo a todo el que entrevisto, pues me interesa tomar el pulso a la profesión sobre sí misma. ¿Cómo ves el panorama actual del género en nuestro país? FJP: Personalmente, lo veo mejor que bien. Da la sensación de que al fin se han superado los complejos de inferioridad que venían siendo habituales, y que daban como resultado que la mayoría de lo que se producía aquí fuese una copia más o menos afortunada, a rebufo y superficial, de la forma de hacer género en contextos anglosajones. Ahora parece que ya no se le tiene miedo a la experimentación ni a la formulación de imaginarios propios, marcados por la propia cultura y el propio contexto pero sin renunciar a la influencia extranjera (que, en cierto modo, ni siquiera se entiende como extranjera, porque a estas alturas, globalización y demás mediante, ya está íntimamente ligada al paradigma cultural propio... hecho que, afortunadamente, es capital a la hora de disolver esos "complejos" de los que estaba hablando). Esto, sin embargo, sólo se aprecia en lo que se está haciendo a determinado nivel, ciertamente lejos de lo más "visible" (los premios especializados, las propuestas de las editoriales grandes y etcétera... en la "industrial literaria" más que en la "literatura", por ponerlo en términos de Kathy Acker), donde lamentablemente aún se mantiene el deje rancio, inerme, impersonal y con olor a fotocopia de una fotocopia. Aunque todavía me queda algo de fe (completamente irracional e ingenua) en que la cosa cambie relativamente pronto, la verdad. Que el género tal como lo teníamos entendido siga acelerando y diluyéndose en el hecho cultural dominante y dando lugar a engendros bastardos que tomen los altos hornos del bando mercantilista e interesado y se impongan incluso a los sectores más reaccionarios. Hay por ahí un montón de autores patrios a los que admiro y me parecen interesantísimos y de sobra capaces de darle un vuelco definitivo a todo. Gente como Guillem López y Daniel Pérez Navarro, que quizá sean los narradores más sólidos de la literatura de género actual; Layla Martínez, que casi sin querer esta moldeando una forma de terror literario radicalmente propia y alucinante; Colectivo Juan de Madre, cuyo trabajo es lo más fresco y español, en el mejor sentido del adjetivo, de lo que se publica aquí; Tamara Romero, Rubén Martín Giráldez, Miguel Guerrero, Weldon Penderton, Nieves Delgado... Y los muchísimos que deben estar publicando en revistas y fanzines y que aún no he leído... Es un gran momento para el género, desde luego. Como mínimo, se está viviendo lo que parece una fiesta en las trincheras.
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