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Reseña
por Alexander Páez Ocurre, muy de vez en cuando, que aparece un libro para desbaratar todos nuestros planes. Ese libro aparece por casualidad, casi una serendipia de papel, para instalarse en lo alto de mi pila de lecturas, para robarle el lugar al libro que tenía entre mis manos en ese momento e instalarse sin disimulo en su lugar. Ese libro es Distancia de rescate, de Samanta Schweblin. El libro tiene una gran cantidad de lecturas. Puede decirse que es una novela sobre la ambigua relación entre madres e hijos, ese amor y adoración que se puede convertir en puro terror y ansiedad. También el tratamiento del campo, de lo rural y bucólico y su transformación en algo peligroso y tóxico. Y quizá el punto más controvertido de esta historia, su punto de género fantástico. Distancia de rescate es un relato de terror, donde el curanderismo rural tiene un papel central en cuanto a conceptos tan extraños como la transmigración de almas. Y esto nos acerca de nuevo el debate tan manido de situar la fina línea del género fantástico en cuanto al realismo. Tarea que, por mi parte, no voy a aventurar. Distancia de rescate es una novela corta (o nouvelle) donde se condensa un relato repleto de recursos literarios, sentimientos y situaciones que, ligados con un lenguaje apabullante confieren a esta historia una potencia terrorífica. Samanta Schweblin reivindica que ella no es novelista, ella cuenta cuentos. Según he podido leer en un artículo sobre la autora en Vice, los engranajes editoriales la presionan para escribir novela, pero ella es una férrea defensora del cuento. Quizá Distancia de rescate sea su pequeña aportación a esta voraz máquina editorial. Un relato lo suficientemente largo como para publicarse de forma independiente pero que no llega a ser novela. Entre sus obras más conocidas están El núcleo del disturbio, Pájaros en la boca y La pesada valija de Benavides. Todos estos libros son cuentos que experimentan con formas literarias, con el lenguaje como ella misma dice en otra entrevista, todos comparten un factor común: la tensión narrativa. Este relato se hizo más extenso, como confiesa en la misma entrevista, debido a que la estructura del relato no cuadraba en un el formato de cuento y se vio obligada a alargarlo. Esta novela provoca que el lector asocie la belleza con algo terrible y genera desconfianza. El mundo rural, ese lugar con el que todos soñamos con escapar a respirar aire puro es fruto de un escenario macabro y tenebroso. Oscuro. Aquel lugar donde encontrábamos sosiego y seguridad, es ahora sinónimo de agresión. Esto ocurre debido a una amenaza que se cierne tanto sobre el lector como sobre los personajes, la amenaza de la contaminación. Esta amenaza es narrada de forma peculiar, en forma de diálogo, dos voces cobrarán protagonismo, la de David y la de Amanda. David guía la narración de los recuerdos de Amanda, exigiendo ciertos detalles de la historia. David sabe que hay algo que necesita ser contado, pero necesita que Amanda llegue hasta ese núcleo sin dejar ningún detalle en el camino. David necesita que ella se dé cuenta de lo que es importante a partir de su propio relato. Amanda ordena acontecimientos, los mide y los refiere de forma detallada, ya que debe ser meticulosa y observadora. La tensión que crean estas voces narrativas se incrementa todavía más cuando Amanda hace preguntas, interrumpiendo el relato y David la urge a continuar, sin tregua. Esto consigue un ritmo vertiginoso y cierto vértigo al saber que hay algo en las sombras que queremos ver aunque sabemos que nos va a desagradar y cuya imagen no vamos a poder borrar de nuestra memoria. Esta presión generada por el relato se explicita con el concepto de “distancia de rescate”, como la propia autora define en una entrevista: “es como un fino hilo de pescar que me conecta con mi hija y que se tensa cuando nos separamos demasiado”. Hay un temor latente que existe durante toda la novela y una ambigüedad complicada con los detalles de la narración de Amanda. ¿Qué es más aterrador, perder a un hijo, o perder su alma? ¿Envenenarnos con agua? ¿La ansiedad de no saber qué va a ocurrir o qué está ocurriendo? Hay una presencia siniestra que puebla todo el relato y que se vuelve más real cuando aparece la distancia de rescate. David es un chico inquietante, que nos habla al oído mientras habla a Amanda. Pero todo esto se resume en la pregunta que llevó a Samanta Schweblin a escribir esta historia, ¿y si un día tu hijo te dice: “No soy yo”? En esta obra se exploran las consecuencias extrañas de esta pregunta de forma que terminamos con gran parte de la obra adherida a nuestra memoria, con la voz de David y la desesperación de Amanda hostigando nuestro recuerdo.
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July 2022
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