por Lavie Tidhar @lavietidhar
(Traducción de Miquel Codony y Cristina Jurado) Esta historia trata de un monstruo en una nave espacial. La nave se llamaba End Blong Rod. El monstruo era yo. # Toda nave espacial es una metáfora porque representa las esperanzas, los sueños, y las aspiraciones imposibles. Son símbolos fálicos, cohetes como penes, naves nodriza como diosas de la fertilidad. El espacio en sí mismo, su inmensa ininteligibilidad resonante, es una frontera, no en el sentido de estar ahí para ser traspasada, domesticada o colonizada —para que sus pieles rojas sean sometidos con las armas, sus rebaños consumidos por incontables incendios, la luz de las estrellas se desvanezca con la llegada del humo industrial y las autopistas de ocho carriles. No. El espacio es una frontera de la mente. Ser un terrícola implica alzar la mirada hacia estrellas tan antiguas y lejanas que nunca seremos capaces de comprenderlas realmente y saber que lo que hay más allá de nuestra frágil atmósfera, soles, enanas blancas y rojas, estrellas de neutrones y agujeros negros, super-gigantes, galaxia tras galaxia expandiéndose en una oscuridad más profunda que cualquier noche, se encuentra más allá de cualquier esperanza, de cualquier sueño, de cualquier comprensión. Un universo nace con un estallido. La vida, duele. # Yo soy yo y también él. Yo soy un humano y un ser anfibio. Una vez, hubo solo un único “yo”. Entonces desperté, aquí en esta nave, y era dos, era más de dos, era la suma de un mundo anegado. Hay un monstruo en mí. Soy un monstruo en él. ¿O a lo mejor esa palabra no significa nada y un monstruo no es más que el extraño que desconocemos y al que, por tanto, tememos? Sus ojos me miran desde el espejo. Su voz falsa me persigue por los interminables pasillos de la nave. # La primera vez que comí un hombre tenía ocho años. En la historia de la humanidad, el canibalismo es algo más frecuente de lo que se piensa. Más que la marca de un salvaje, como algunas de las civilizaciones europeas en alza intentaron hacernos creer, comer la carne de otra persona es señal del mayor de los respetos. En las islas, la gente comía gente desde hace siglos. Más tarde, aprendimos a hablar del devel I kakai man, el espíritu caníbal —la palabra devel procede del inglés devil, traído por los misionarios junto con las biblias y las armas—. Pero uno no come a otro humano por ira o codicia. Uno, por el contrario, se lo come por respeto. “La ceniza a la ceniza, el polvo al polvo” es una mentira que nos fue impuesta pero que nunca creímos realmente. Nosotros creemos en la renovación y los restos de un hombre, una vez digeridos, nutrirán los árboles del jardín de otro hombre. El mango que muerdes ha sido fertilizado con los cuerpos de aquellos que antes lo cuidaron y comieron de él. # Pero estoy divagando. # Nací a bordo del End Blong Rod. Imagina un enorme insecto oscuro, un escarabajo rollizo y sin alas fabricado de metal y roca, de varios kilómetros de largo, arrastrándose a velocidad sub-lumínica para alejarse del sol que alguna vez iluminó con sus rayos las viejas islas de la Tierra. Más allá del sistema solar, el espacio entre los soles se extiende durante años luz. ¿Quién sabe qué vive ahí fuera, si es que hay algo? Los viejos programas de televisión te persiguen a la velocidad de la luz, te adelantan a la caza de planetas distantes todavía no imaginados. El universo está plagado de mundos que dan vueltas alrededor de incontables soles. A veces sueño que nací en un planeta así, girando en torno a un sol amarillo y placentero. Soy un ser anfibio, cómodo tanto en la tierra como en el agua. Mis ojos multifacéticos sobresalen de sus pedúnculos, mi piel verde es escamosa y lisa. Somos un pueblo hermoso. Tenemos a nuestra disposición tres continentes y numerosas islas. Hay una especie aviaria que está construyendo una ciudad-continente en un árbol gigantesco, o quizás se trate de miles y miles de árboles unidos entre sí. Nosotros les dejamos en paz y ellos, a cambio, nos ignoran. O, por lo menos, de esa forma debería ser. Aún así, a menudo no es lo mismo cómo son las cosas y cómo deberían ser, como dos líneas paralelas que nunca se encuentran. Somos tan inocentes, todavía. Tenemos un sueño. Capturamos los peces que nadan en las corrientes cálidas entre nuestras islas. De vuelta a la nave, me tiendo y sueño y pienso en lo agradable que es, aunque seamos tan diferentes, el yo del sueño y yo, que compartamos el amor por las islas. Estamos desarrollando tecnología espacial y sospechamos que los aviarios hacen lo propio. Hay una especie de carrera discreta y bienintencionada entre nosotros, y nos espiamos mutuamente. Nuestro objetivo es la luna. # Soñamos con las estrellas. # Cuando un hombre o una mujer muere en la nave, nos reunimos para celebrarlo. A cada uno se nos da un trozo pequeño y lo masticamos muy despacio, y bebemos kava, y soñamos los sueños de los muertos. He sido educado en las tradiciones del pasado, en la vieja kastom, aunque solo pertenezco a uno de los rangos más bajos del Suqwe. Algún día me convertiré en un kastom jif, e intervendré en las decisiones sobre nuestro futuro. ¿A dónde vamos? ¿Qué queda más allá del espacio vacío? Estrellas extrañas, y planetas extraños. ¿Habrá monstruos allí? pregunto a mi madre. Ella sonríe con tristeza y me acaricia la cabeza. Los monstruos son metáforas, dice, para la gente. # La Tierra es una nave, por supuesto. Viaja a una velocidad formidable a través del espacio, al tiempo que da vueltas alrededor de su sol, que a su vez se mueve. Las propias galaxias se mueven. El espacio está lleno de actividad, movimiento y velocidad. ¿Cuántas especies han transmitido sus mensajes a través del espacio a lo largo de los eones sin escuchar nunca sus respectivas llamadas? Es imposible decirlo. Aquí va la historia: hace tiempo había una raza de criaturas anfibias en un planeta y estalló la guerra. Estoy tumbado y me doy la vuelta, y sueño: las islas se secan y arden, el humo se eleva, los peces yacen muertos y se pudren al sol. Los muertos se cuentan por millones, tanto peces como personas. Dicen que los aviarios dispararon primero. Es posible. En realidad, no importa mucho —la historia ya es bastante antigua. No los culpo. Hice lo que debía hacer, lo que tenía que hacerse. En la otra realidad paralela… tal vez las cosas sucedieron de manera diferente. # Contemplé arder nuestro sueño envuelto en llamas demasiado brillantes. # Nuestro futuro se marchitó, murió. Solo el pasado permanece… # Construimos un aparato. Con los últimos restos de nuestra energía,, mientras esperábamos la muerte, lanzamos una última carga al espacio. Se trata de un aparato de comunicación, o algo así. Detecto en tu mente patrones que describen un entrelazamiento cuántico. Ese término funciona de la misma manera que nakaimas, que también descubro en tu mente, y que es otra palabra para decir majik. Muy bien. Soy el portavoz de mi gente, el kastom jif en tu idioma. Recuerdo las tradiciones antiguas. Nosotros también solíamos compartir la carne de los nuestros, honrar a nuestros muertos al consumirlos. Pero hay demasiados muertos para poder contarlos y permanecen sin comer. Quizá otra vida surja en nuestro mundo algún día. No lo sé. Estoy sepultado en un lugar, que es casi tan grande como vuestra nave. Un espacio cerrado, finito, y estoy solo, y me siento solo. Lo lanzamos al espacio, más allá de la luna, el sol, los planetas exteriores y el cinturón de rocas congeladas que rodea nuestro sistema solar como un halo. Esperábamos encontraros. # Salir al espacio es como follar: una carrera frenética que termina con una explosión y una voltereta. Podemos dejar atrás la gravedad terrestre pero no a nosotros mismos. Allí donde vamos, seguimos siendo humanos. Seguimos pensando en términos de reproducción y provisiones: copular y comer. Lo mismo pasaba con nosotros. A veces pienso que deberíamos habernos quedado, trabajando en nuestros jardines submarinos, criando bandas de peces y niños, haciendo el amor bajo las olas, entonando canciones, contemplando las estrellas… Es duro contentarse con mirar las estrellas. Vivir es soñar, con galaxias y estrellas, con naves espaciales y con monstruos. Es complicado discernir entre lo correcto y lo incorrecto. ¡El universo siempre está ahí, tras la atmósfera, ejerciendo su influencia y su poder! Como un fantasma marino, un devel blong solwota, las figuras humanas que salen del mar, hechas de peces, llaman, llaman de forma tan seductora. El espacio es seducción. Abstenernos de explorarlo sería como negar lo que somos. No quisimos compartirlo. Quizás sea diferente para vosotros. Vuestra nave navega hacia un sol extranjero. ¿Qué encontrareis? Puede que vengáis y me halléis. Hablaremos de la misma manera que lo hacemos ahora. Respetaremos a nuestros muertos. Entonaremos los cantos, tanto vuestras canciones kastom como las mías. Soñaremos juntos sobre futuros tan brillantes como los soles. No hay monstruos. Y no somos tan distintos el uno del otro, tú y yo. ©2015 Lavie Tidhar
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