Nieves Mories
(Fragmento) A la Virgen María le brillan los ojos. Y su expresión no es muy amistosa. «¡Qué llena de encantos se ofrece María, qué bella y qué pura en Cova da Iria!» El primer rayo impacta de pleno en la nuca de la guía de voz megafónica, desgajando limpiamente su cabeza, que va a parar al regazo de una anciana en silla de ruedas. Miriam se contiene a duras penas para no animarle a marcar un triple. Más cabezas vuelan por los aires, abriéndose como melones maduros cuando impactan contra el cemento de la explanada. Y antes de que comiencen los gritos, hay un instante de silencio perfecto que Miriam disfruta como si estuviera en el paraíso, sin dejar de grabar a la Virgen que, decidida a seguir ofreciendo sus encantos, saca de debajo del manto celeste un lanzallamas de al menos dos metros de largo. —¡A TOMAR POR CULO TODOS! —brama, y su voz retumba y se expande, hace sangrar narices, ojos y oídos, dinamita marcapasos, prótesis, empastes y teléfonos móviles y entonces... entonces todo arde. —¡La hostia, esto parece Sodoma y Gomorra! La Virgen, aplastando a su corte de fieles carbonizados extendidos a sus pies, se acerca a ella. Aterradora, con sus lanzallamas y sus ojos llameantes. —¿Te parece gracioso, guapa? Miriam se estremece violentamente; a ella no le parece nada, ya no es capaz de pensar en nada, ni siquiera que, entre todos esos cuerpos humeantes está el de Sonia. No nota que sus lágrimas de sangre se mezclan con la hemorragia nasal en una catarata roja y desbocada. No piensa. No siente. No ve más que ese rostro inmaculado y perfecto, iracundo. —A ver si vas a ser tú la única justa entre todos estos... Se encoge de hombros, confundida. ¿Cuál es la respuesta correcta? ¿Hay alguna que lo sea? —Pues a lo mejor. La Virgen la examina de arriba a abajo y, en su mejor interpretación de Van Damme en «Soldado Universal», guarda el lanzallamas bajo el manto. —Qué calor hace, ¿no? Hay que joderse, no se os puede dejar nada sin que lo mandéis a la mierda. Anda, vete a lavar, que estás hecha un asco. Yo me voy a quitar esto, que me estoy asando... Miriam Sousa fue la única superviviente de lo que se conocería como La Matanza de Fátima y las que la siguieron ese mismo día en diversos lugares de peregrinación religiosa. Nadie creyó su versión de los hechos; el teléfono con sus vídeos había explotado junto con el resto. La masacre se atribuyó al ISIS, a la Alt Right y a grupos organizados de incels. Sí, a todos a la vez: en algunos medios incluso se dijo que colaboraron para perpetrar esos atroces atentados. Cuando empezaron a llover ranas doradas venenosas, desde Oriente Medio hasta Japón, nadie les echó la culpa. Continúa en SuperSonic #12
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